La Historia del
Mercado del Puerto
UN LUGAR QUE NO SE PARECE A NINGÚN OTRO
Por Elena Bernadet Bernadet. Investigadora. Su labor se ha centrado en rescatar anécdotas y leyendas del pasado uruguayo
Ubicado frente a la primera entrada de la ciudad que tuvo la ciudad, en la calle Pérez Castellano entre la rambla 25 de Agosto y la calle Piedras, corazón de la zona portuaria, el Mercado del Puerto es hoy un conocido centro de comercios del rubro gastronómico, lugar de encuentro predilecto de los montevideanos y atractivo ineludible para los turistas. Todo parece indicar que este edificio declarado Monumento Histórico Nacional seguirá siendo por mucho tiempo un sitio privilegiado y emblemático de la capital uruguaya. En sus inicios el mercado portuario cumplía la función de abastecer a los barcos que llegaban al puerto, los que a su vez ofrecían productos de origen remoto para comercializar con las familias locales. Su origen se remonta a 1865 y está directamente vinculado a la iniciativa de don Pedro Sáenz de Zumarán, activo comerciante español que se estableció en Montevideo una vez que abandonó Buenos Aires debido a las dificultades impuestas al comercio y al bloqueo anglo-francés.
Uno de los pasos iniciales por parte de los empresarios fue consultar al ingeniero inglés R. H. Mesures acerca de la viabilidad de proyectar una construcción metálica sobre bases de hierro, técnica absolutamente desconocida en estas tierras pero que se comenzaba a aplicar en Europa: el uso de esqueletos de hierro en la arquitectura se consagró definitivamente en 1889, cuando Gustavo Eiffel levantó en París la torre que lleva su nombre. Esto significó, a su vez, un paso fundamental para lo que sería la arquitectura moderna y la creación del rascacielos.
El ingeniero Mesures debió vigilar las fundiciones metálicas realizadas en los talleres de la Unión-Foundry, en Liverpool, y viajar luego a Montevideo con una escuadra de primeros oficiales herreros para dirigir la obra. El armazón original fue levantado sobre el trabajo de albañilería de un renombrado constructor francés: Eugenio Penot.
Después del acto disfrutaron un espléndido lunch, alrededor de una fuente circular de hierro ubicada en el centro del edificio, la cual estuvo ahí hasta el año 1897, con un surtidor, una verja protectora y bancos a su alrededor. Lamentablemente el deterioro obligó a retirar la fuente y en su lugar se colocó una torre con reloj que aún puede apreciarse.
Desde el principio todos los rubros se dieron cita bajo el techo protector del nuevo mercado: carnicerías, verdulerías, expendios de bebidas. Más tarde los puestos se convirtieron en reductos gastronómicos, restoranes y parrilladas, lo que le dio el perfil que todos conocemos. Hoy en día la oferta de los locales ha ganado en calidad, el mercado se ha convertido en referente obligado de los amantes de la carne y de los vinos, donde el alma y el cuerpo se nutren con la visión y el aroma de parrillas tapizadas de pulpones, del tradicional asado de tira, mollejas, chorizos, morcillas...
El ambiente del mercado es heterogéneo dentro de cierta línea. Bajo la magnífica estructura diseñada por Mesures se mezclan olores y colores diversos, mientras que artesanos, músicos y pintores interactúan con la gente que llega a comer, a comprar o a curiosear simplemente. El sábado, día que coincide con el promocionado Paseo Cultural de Ciudad Vieja, sigue siendo una jornada especialmente animada por músicos, cantantes y dibujantes. A menudo bajo el influjo de bebidas espirituosas, los comensales dan rienda suelta a una algarabía que tiene su clímax dos veces al año: el 24 y el 31 de diciembre, fechas en las que literalmente no cabe un alfiler ni adentro ni en el pasaje peatonal ni en la plazoleta de La Proa, donde por lo general se ubica una feria de artesanías, souvenirs y antigüedades.
.
.
El Mercado del Puerto ha sido testigo de la historia uruguaya y a su vez ostenta un lugar destacadísimo en el imaginario urbano de la ciudad-puerto fundada por Bruno Mauricio de Zabala hace 282 años.
ótimo post! ajudou muito. obrigada
ReplyDelete