Batalla del Rincón, 24 de setiembre de 1825
Monolito
situado sobre la
Ruta 24 Km 286,
Uruguay, indicativo
del lugar en donde
se llevó a cabo la
Batalla del Rincón,
el 24 de setiembre
de 1825
Luego del
desembarco de los
Treinta y Tres
orientales en la playa
de la Agraciada, se fue
conformando un
contingente de patriotas
orientales, que
constituyó el ejército
cuyo objetivo era
derrotar a las fuerzas
ocupantes, el Imperio
del Brasil, y obtener la
independencia de la
Banda Oriental de su
dominio. Evidentemente,
la incorporación más
importante fue la del
Gral. Fructuoso Rivera,
“Don Frutos” como se
solía llamarlo; que se
reconcilió con Lavalleja
en el célebre “abrazo
del Monzón” (por el
nombre del arroyo en
cuyas costas se
encontraron ambos jefes).
Rivera era sin duda el
hombre que mejor conocía
el territorio de la
Banda Oriental hasta en
sus mínimos detalles; y
quien gozaba además,
desde los tiempos de
Artigas de quien había
sido lugarteniente al
igual que Lavalleja, de
un extendido prestigio
entre los paisanos de la
Banda.
Los brasileños habían reunido un ejército de algo más de 700 soldados, comandados por los coroneles Mean Barreto y Jardim, y se dirigían al encuentro del grupo comandado por Lavalleja, el cual se encontraba acampado en la ciudad de Durazno, aproximadamente en el centro del territorio.
Para el ejército brasileño resultaba de enorme importancia disponer de una gran cantidad de caballos que estaban concentrados en la estancia situada en la confluencia de los ríos Negro y Uruguay, hacia el sur, en la zona llamada “Rincón de Haedo” -que era el nombre de quien había sido su propietario- o también “Rincón de las gallinas”, debido a que abundaba una especie autóctona de aves, las pavas de monte.
De tal manera, Rivera se propuso el objetivo de apoderarse de esas caballadas, lo que significaría un grave trastorno para la posibilidad de movilizarse del ejército brasileño, y en cambio aportaría iguales medios al oriental.
Con tal propósito, llevó a cabo diversas operaciones de distracción del ejército brasileño, con lo cual logró atravesar con sus 250 hombres el río Negro -utilizando unas pocas canoas- en el llamado “Paso de Vera”; procediendo a ocultarse en los montes aledaños al río durante toda la jornada del 23 de setiembre de 1825.
Mientras el grueso del ejército brasileño había sido alejado del lugar, en la madrugada del 24 de setiembre los combatientes de Rivera sorprendieron al pequeño grupo de centinelas que cuidaba de los caballos, a los que hizo prisioneros; y se aprestó a retirarse hacia el campamento de Lavalleja.
Sin embargo, pasadas las ocho de la mañana recibió aviso de que tres divisiones del ejército brasileño -desconociendo esas circunstancias- se aproximaban al Rincón con el propósito de tomar posesión de las caballadas.
Rivera organizó sus fuerzas en tres frentes, una al centro constituida por las fuerzas provenientes de Durazno que comandaba el Cnl. Julián Laguna, a la izquierda las milicias provenientes del Depto. de Soriano al mando del Cap. Miguel Sáenz, y a la derecha el propio Rivera comandaba sus dragones.
Destacó además una pequeña fuerza de 40 fusileros, al mando de los Caps. Gregorio Más y Manuel Benavídez, con la misión de adelantarse sobre la columna brasileña simulando ser un pequeño piquete de guerrilleros.
Conocedor preciso del terreno, Rivera logró que las tres columnas brasileñas se concentraran y debieran replegarse para caer en un terreno pantanoso -los llamados “bañados”- donde les era extremadamente dificultoso desplazarse.
En esa posición fueron atacados por el ejército de Rivera en pleno, que pese a su inferioridad numérica y de armamento, aprovechando la sorpresa y en medio de la confusión e inmovilidad que enfrentaron los brasileños, les infligió una grave derrota.
Los soldados brasileños se replegaron en total desorden, siendo perseguidos por los orientales, quienes hicieron cientos de prisioneros incluyendo una veintena de oficiales y capturaron un importante parque militar, comprendiendo armas y municiones que fueron valioso aporte al ejército oriental; además de la caballada inicialmente capturada.
Entre las bajas brasileñas se contaron más de cien muertos, incluso el Cnl. Mean Barreto y más de quince de sus oficiales.
La batalla del Rincón constituyó un hecho de suma importancia en el desenvolvimiento de la campaña militar de Lavalleja y sus Treinta y Tres. Además de su significado estrictamente militar, que permitió al ejército oriental colocarse en excelentes condiciones para presentar batalla en Sarandí, fue notable por la evidencia de la importancia de la habilidad militar de Rivera en base a su profundo conocimiento del territorio.
Al mismo tiempo, cabe considerar que otorgó a Rivera un crédito cuya importancia para la causa de la independencia oriental pudo ser el germen de las profundas rivalidades con Lavalleja, que volvieron a reverdecer en los meses posteriores; y que finalmente pautaron de manera decisiva la vida política de la República Oriental del Uruguay luego de su independencia, apenas un lustro después.
Los brasileños habían reunido un ejército de algo más de 700 soldados, comandados por los coroneles Mean Barreto y Jardim, y se dirigían al encuentro del grupo comandado por Lavalleja, el cual se encontraba acampado en la ciudad de Durazno, aproximadamente en el centro del territorio.
Para el ejército brasileño resultaba de enorme importancia disponer de una gran cantidad de caballos que estaban concentrados en la estancia situada en la confluencia de los ríos Negro y Uruguay, hacia el sur, en la zona llamada “Rincón de Haedo” -que era el nombre de quien había sido su propietario- o también “Rincón de las gallinas”, debido a que abundaba una especie autóctona de aves, las pavas de monte.
De tal manera, Rivera se propuso el objetivo de apoderarse de esas caballadas, lo que significaría un grave trastorno para la posibilidad de movilizarse del ejército brasileño, y en cambio aportaría iguales medios al oriental.
Con tal propósito, llevó a cabo diversas operaciones de distracción del ejército brasileño, con lo cual logró atravesar con sus 250 hombres el río Negro -utilizando unas pocas canoas- en el llamado “Paso de Vera”; procediendo a ocultarse en los montes aledaños al río durante toda la jornada del 23 de setiembre de 1825.
Mientras el grueso del ejército brasileño había sido alejado del lugar, en la madrugada del 24 de setiembre los combatientes de Rivera sorprendieron al pequeño grupo de centinelas que cuidaba de los caballos, a los que hizo prisioneros; y se aprestó a retirarse hacia el campamento de Lavalleja.
Sin embargo, pasadas las ocho de la mañana recibió aviso de que tres divisiones del ejército brasileño -desconociendo esas circunstancias- se aproximaban al Rincón con el propósito de tomar posesión de las caballadas.
Rivera organizó sus fuerzas en tres frentes, una al centro constituida por las fuerzas provenientes de Durazno que comandaba el Cnl. Julián Laguna, a la izquierda las milicias provenientes del Depto. de Soriano al mando del Cap. Miguel Sáenz, y a la derecha el propio Rivera comandaba sus dragones.
Destacó además una pequeña fuerza de 40 fusileros, al mando de los Caps. Gregorio Más y Manuel Benavídez, con la misión de adelantarse sobre la columna brasileña simulando ser un pequeño piquete de guerrilleros.
Conocedor preciso del terreno, Rivera logró que las tres columnas brasileñas se concentraran y debieran replegarse para caer en un terreno pantanoso -los llamados “bañados”- donde les era extremadamente dificultoso desplazarse.
En esa posición fueron atacados por el ejército de Rivera en pleno, que pese a su inferioridad numérica y de armamento, aprovechando la sorpresa y en medio de la confusión e inmovilidad que enfrentaron los brasileños, les infligió una grave derrota.
Los soldados brasileños se replegaron en total desorden, siendo perseguidos por los orientales, quienes hicieron cientos de prisioneros incluyendo una veintena de oficiales y capturaron un importante parque militar, comprendiendo armas y municiones que fueron valioso aporte al ejército oriental; además de la caballada inicialmente capturada.
Entre las bajas brasileñas se contaron más de cien muertos, incluso el Cnl. Mean Barreto y más de quince de sus oficiales.
La batalla del Rincón constituyó un hecho de suma importancia en el desenvolvimiento de la campaña militar de Lavalleja y sus Treinta y Tres. Además de su significado estrictamente militar, que permitió al ejército oriental colocarse en excelentes condiciones para presentar batalla en Sarandí, fue notable por la evidencia de la importancia de la habilidad militar de Rivera en base a su profundo conocimiento del territorio.
Al mismo tiempo, cabe considerar que otorgó a Rivera un crédito cuya importancia para la causa de la independencia oriental pudo ser el germen de las profundas rivalidades con Lavalleja, que volvieron a reverdecer en los meses posteriores; y que finalmente pautaron de manera decisiva la vida política de la República Oriental del Uruguay luego de su independencia, apenas un lustro después.
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