Carlos Julio Eizmendi
"Becho", el del violín.
Alfredo Zitarrosa junto a "Becho"
"La mayoría de la gente cree que Becho es un personaje, una ficción inventada por Zitarrosa. Eso sucede hasta en Lascano", asegura Carlos Castillos, periodista nacido en Chuy pero afincado en Montevideo desde hace años. Lo cierto es Carlos Julio "Becho" Eizmendi, que nació el 7 de febrero de 1932 en la ciudad de Lascano, departamento de Rocha, y murió el 21 de mayo de 1985 en el hospital de Clínicas de Montevideo, fue un músico de enorme talento que merece ser reconocido por sus propios méritos.
Carlos Julio Eizmendi Lovisetto
(Lascano, Rocha, 7 de febrero de 1932 - Montevideo, 21 de mayo de 1985),
conocido como Becho Eizmendi, fue un violinista uruguayo.
Era hijo del peluquero Ángel Eizmendi Méndez y de la
maestra Herlinda Lovisetto Agresta. A los cinco años fue inscripto en la Escuela
de Varones Nº 74 de Lascano en segundo año, ya que en su hogar fue asimilando
naturalmente el programa de primero.
Inició sus estudios musicales a los ocho años con el
maestro Camilo Boronat, Director de la Banda de Música de Lascano y tiempo
después, comenzó a ejecutar el saxo en esa agrupación musical. Fue alumno
fundador del liceo de Lascano. Simultáneamente viajaba a Treinta y Tres para
seguir sus estudios de violín. Una vez terminados sus estudios preparatorios,
pasó a residir en Montevideo, ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad
de la República y prosiguió sus estudios musicales con diferentes
profesores.
A los 17 años realizó su primer concierto en el Teatro
"25 de Mayo" de Rocha y a los 21 años ingresó por concurso a la Orquesta
Sinfónica del SODRE dando conciertos en todo el país. Luego de permanecer 18
años en el SODRE, viajó al exterior dando innumerables conciertos en La Habana,
Hamburgo, París y Múnich.
Fue contratado por la Orquesta Sinfónica de Maracaibo,
Venezuela y por la Orquesta Sinfónica de La Paz, Bolivia, donde además fue
Director del Conservatorio Musical. De regreso a Uruguay, volvió al SODRE y
tiempo después viajó nuevamente a Europa, integrando por invitación la Orquesta
Filarmónica de Múnich.
En oportunidad de su tercer viaje a Europa, acompañado
por su esposa, la oboísta uruguaya Ana Corti, recorrió numerosos países y actuó
en la Orquesta Filarmónica de la Ópera en el Teatro Del Liceu de Barcelona,
España.
En junio de 2005, por ley se designó a la la Escuela Nº
93 de la ciudad de Lascano con el nombre de "Carlos Julio ‘Becho’
Eizmendi".
Alfredo Zitarrosa, conmovido por la manera de tocar el
violín de Becho Eizmendi, compuso la milonga El violín de Becho, canción
que se hizo famosa. Herlinda Lovisetto, su madre, fundadora y directora del
Liceo de Lascano, votante del Partido Colorado y de orientación batllista
durante toda su vida, fue destituida de su cargo por el gobierno cívico-militar
(1973-1985) simplemente por ser la madre de quien había inspirado a un artista
prohibido y declarado "persona peligrosa".
Bohemio
y muy tímido cuando los aplausos coronaban su arte. Así fue Carlos Eizmendi,
nacido en Lascano, conocido como Becho el violinista. Recién llegado a
Montevideo comenzó a trillar la noche de los cafés y clubes donde la música
acompañaba a los parroquianos sin sueño. Su delgada silueta se hizo popular por
la zona de la Plaza Cagancha. Bajaba la escalerita de Cuareim casi 18 y en
Teluria sonaba su violín la mayoría de las veces sin cobrar pero feliz porque lo
rodeaban sus íntimos amigos. Tocaba valses y una versión antológica de La
cumparsita, de Gerardo Matos Rodríguez sobre quien decía con orgullo que
"también le decían Becho". Los habitués del Bar de la Onda muy pronto conocieron
a ese muchacho que mientras afuera amanecía entraba con su estuche de violín
atado con una piola para que no se abriera. Pedía un enorme café con leche y
aguardaba a que llegara alguno de sus amigos para conversar muy bajito. También
visitaba el bar del Sorocabana de Cagancha, acompañado del pianista salteño
Lamarque Pons que fue su compañero para tocar en aquellos bastiones de la noche
montevideana. A su mesa llegaba un muchacho peinado con gomina, de profesión
locutor en El Espectador y cantor por
vocación, llamado Alfredo Zitarrosa, que se hizo íntimo de Becho. Luego entró al
Sodre y entre sus compañeros muy pronto se hizo famoso por su talento con el
violín y también por ser protagonista de increíbles anécdotas por ser muy
distraido. Una vez trajo su carpeta de partituras vacía pues las olvidó en la
pensión y ante el asombro del director tocó de memoria en un importante ensayo
en presencia del ministro de Cultura de la época. Vivió muchos años en la Ciudad
Vieja en las más pintorescas pensiones y hoteles económicos. Amaba esa zona de
Montevideo y cuando durante largo tiempo estuvo en una pequeña pensión de
Reconquista casi Ciudadela, fue asiduo visitante de los sábados de "Fun Fun" a
los fondos del viejo Mercado. Unos guitarristas que acompañaban a los
ocasionales cantores le pedían a Becho que se uniera con su violín. Y el
muchacho, aunque ya era una figura en el Sodre, no ponía reparo y tocaban temas
para el recuerdo. Las autoridades de la reciente Revolución Cubana lo llamaron a
la isla para que tocara en la Sinfónica Nacional integrada por lo mejor de toda
América. Luego, movido por su bohemia, se fue a Alemania donde ganó el primer
lugar en un concurso de violinistas donde participaron más de 200 músicos
europeos. Llega de Europa y vuelve a ocupar su puesto de violinista en la
Orquesta del Sodre. Su vida personal se desarrolla viviendo entre Rocha y su
querida Ciudad Vieja donde reside en una antiquísima casona que continuamente es
visitada por sus amistades. La mayoría son artistas muy jóvenes como Zitarrosa
que retoma su amistad que había nacido años atrás en el Sorocabana de la Plaza
Cagancha. También se lo veía muy seguido en el Bar Castro, de Mercedes y Andes,
frente al Estudio Auditorio del Sodre, acompañado del maestro Hugo Balzo. Cuenta
la leyenda que Alfredo Zitarrosa en sus habituales visitas siempre escuchaba una
melodía que Becho improvisaba en su violín. Un día, vuelve con la novedad de
unos versos para esa música tan hermosa. Esa letra en un principio no le gustó a
Becho y Alfredo la reforma haciéndola más poética para no herir la natural
modestia del genial violinista. "Becho toca el violín en la orquesta, cara de
chiquilín sin maestra..."
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