Thursday, January 10, 2019

José Pedro Varela

JOSE PEDRO VARELA


Nació en la ciudad de Montevideo el 19 de marzo de 1845. Fueron sus padres don Jacobo Dionisio Varela y doña Benita Berro. La ascendencia de José Pedro Varela le daba un origen inteligente, encontrándose ligado a periodistas notables como Florencio Varela, poetas distinguidos como Adolfo Berro y Juan Cruz Varela y figuras históricas, como la de don Bernardo Berro, modelo de la honradez política en la Presidencia de la República.
Don Jacobo se dedicaba al comercio. En 1846 tradujo del francés "La enseñanza de la lengua Materna" del Padre Girard, el primer libro de pedagogía que se ha publicado en el Río de la Plata. Es de notarse esta coincidencia de las inclinaciones del padre, lo que explicaría el cumplimiento de la ley de herencia respecto de las del hijo. José Pedro adquirió el conocimiento de las primeras letras en el antiguo colegio de los PP Escolapios. A la edad de 15 años entró en el comercio, cediendo a las exigencias de su padre. Su deseo era estudiar y seguir la carrera de abogado u otra profesión de parecida naturaleza, para lo cual se consideraba con más aptitudes.
En el intervalo de 1860 a 1866 extendió mucho sus conocimientos literarios: aprendió el francés, el inglés y algo de alemán. Empezó a hacerse conocer en la Literatura con composiciones poéticas, crónicas y artículos literarios. Fue el principal colaborador de la Revista Literaria, periódico que vio la luz en 1866, escribiendo bajo su nombre y con el seudónimo de Cuasimodo. En 1866 se dedicó a la política, escribiendo artículos en algunos diarios de la oposición. En agosto de 1867 hizo un viaje a Europa y a los Estados Unidos. Publicó un volumen de sus composiciones poéticas con el título de "Ecos Perdidos", después de haber obtenido la aprobación de Víctor Hugo, a quien fue a ver expresamente a Guernesey. Su pasaje por Europa fue muy rápido, pero en los Estados Unidos se demoró ocho meses. Sus impresiones de viaje fueron descriptas en El Siglo. A fines de 1868 regresó a Montevideo, lleno de entusiasmo por el pueblo americano y avasallado por la idea de propender al desarrollo y mejoramiento de la educación pública. Fue en Estados Unidos donde pudo apreciar los beneficios incalculables de la educación popular, allí donde conoció y trató a los más ilustres pedagogos del Norte.
Se encontró con Sarmiento quien, a la par de Varela, se entusiasmó con el progreso creciente de Estados Unidos. Así Varela, sin recursos, aislado, igualmente cimentó también la obra de la educación popular en el Uruguay.
Al regresar de su viaje a Europa y Estados Unidos dio varias conferencias sobre educación que fueron muy aplaudidas. Se iniciaba así la fundación de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular. Varela fue siempre el alma de la Sociedad, no sólo por sus conocimientos especiales en educación, sino por su iniciativa, y por esa perseverancia inquebrantable que tanto le distinguía. Fue así que junto a Emilio Romero, tradujo el Manual de Lecciones sobre objetos, de Calkins, y escribió la Educación del Pueblo, tratado completo de la materia, en dos volúmenes que fue premiado con medalla de oro en la Exposición de Chile y mereció otras notables distinciones en la República Argentina y otros países.
En 1869 fundó La Paz, diario de oposición al Gobierno de don Lorenzo Batlle, aunque colorado en su propaganda. Entre 1873 y 1876 trabajó de corredor primero y de procurador después, en ninguna de ambas profesiones pudo hacer camino. En 1874 se casó con la señorita Adela Acevedo, hija del doctor Don Eduardo Acevedo y de la señora Doña Joaquina Vázquez. En 1876 fue nombrado Director de Instrucción y en ese carácter primero y en el de Inspector Nacional después, realizó todos los trabajos educacionistas que son conocidos, así como las obras especiales que escribió sobre educación. José Pedro contrajo una infección pulmonar que concluyó con su vida el 24 de octubre de 1879, muriendo a la edad de treinta y cuatro años, cuando era uno de los ciudadanos más útiles para el país.
Época prevareliana. En 1826 la primera Sala de Representantes dispuso la creación de "Escuelas de Primeras Letras". Tal fue la primera designación de nuestra escuela pública y por tanto comenzó a funcionar el servicio de la enseñanza pública.
En 1827 Joaquín Suárez crea la Escuela Normal, establecimiento de enseñanza donde debían cursarse los estudios para ejercer la profesión de maestro. En 1827 se decreta la organización de las escuelas de campaña, adoptando el método lancasteriano para la enseñanza. Se reconoce el principio de gratuidad de la enseñanza pública exigiendo un mínimo de siete años para ingresar a ella. En 1847 se crea el Instituto de Instrucción Pública. En 1848 se dan normas poniendo de cargo de establecimientos privados... la obligación de instruir gratis y con arreglo a sus respectivos programas, a tantos niños o jóvenes que el Gobierno elija... Estos antecedentes muestran la necesidad de reorganizar el sistema de la enseñanza pública.
Época vareliana. Tal es el objetivo que se propone Varela con su proyecto de Ley de Educación Común. Los cuatro principios rectores del pensamiento vareliano fueron: Universalidad, Obligatoriedad, Gratuidad y Laicidad. La educación común era imprescindible para crear el gobierno del pueblo. El sufragio universal suponía la conciencia universal y ésta suponía y exigía la educación universal.
Es preocupación de Varela reunir la acción del Estado con la iniciativa privada en el llamado sistema mixto, reglando una y otra actividad de forma de establecer los límites entre ambos. Es el Estado, por medio de la ley, que declara obligatoria y gratuita la enseñanza. La obligatoriedad resulta del hecho de considerar la ignorancia no como un derecho, sino como un abuso, de allí la intervención del Poder Público. Es gratuita en cuanto no se le exige a cada escolar una cuota mensual o anual. Es el pueblo quien recibe la Educación y quien la paga. Otra obligación impuesta a la autoridad local es la de no poder emplear maestros que no tengan título otorgado por la Comisión Nacional o la de Distrito, previo examen de los aspirantes. Asimismo, tienen la facultad de establecer en la escuela la enseñanza de la religión católica apostólica romana o del catecismo católico, respetando el derecho de los disidentes no obligando a sus hijos a recibir una religión que no profesan.
"...Antes que la escuela laica, en su expresión genuina, sea la escuela pública legal, es necesario que se forme en la conciencia del pueblo el convencimiento de que la escuela debe ser laica."
El Estado, institución política y no religiosa, no debía favorecer a ninguna religión determinada. La escuela pública debía ser sostenida por todos, cualquiera fueran sus creencias religiosas y no resultaba justo hacerles contribuir a su sostenimiento a aquellos que profesaban una religión que no coincidía con la que se enseñaba en la escuela; el objetivo era formar ciudadanos y no afiliar al niño a esta o aquella religión.
En conclusión, a más de cien años de su aparición, puede decirse que La Educación del Pueblo y la Legislación Escolar - para su autor una continuación de aquélla - sistematizaron, en su momento, los principales aspectos a tener en cuenta para la formulación de lo que en términos actuales llamaríamos una estrategia educacional.
Extractado de: Revista Punto 21, Vol 3, No 2, agosto 1977

Artículo en PEGASO, Año I, Nº 6, Montevideo, noviembre de 1918, p. 238.
JOSÉ PEDRO VARELA
Fue inaugurado el 14 el monumento a José Pedro Varela.


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Se ha dicho que entre todas las caídas, entre todas las debilidades, entre
todas las claudicaciones, de los tiempos negros de la dictadura del Coronel
Latorre nada afectó más a Juan Carlos Gómez que la capitulación de Varela.
Él, decía, ha llevado todo cuanto se puede llevar, hasta el apellido.
¿Qué era esta capitulación, esta renunciación inmensa e increíble?
Era que José Pedro Varela, que había tenido los mas acerbos reproches
para el Dr. Ellauri, su amigo, cuando aceptó para ser presidente de la República
al voto de una fracción política que no era “totalmente” la suya; él, que había
motejado a aquel hombre ilustre con los calificativos —unidos— de Tartufo y
Melgarejo; Varela, que había sido en Buenos Aires redactor del implacable “10
de Enero”, periódico que sería la sombra del motín del 75, Varela había puesto
después, bajo la égida de la dictadura sangrienta y compadrona, su gran obra
de reforma educacional...
*
* *
Pues bien, en todo esto que afectaba de modo tan íntimo al honesto
romántico de los bellos tristes ojos, yo he querido encontrar la mayor grandeza
moral de José Pedro Varela, un rasgo superior, una faceta, la más pronunciada
acaso, de una bellísima talla intelectual.
Enamorarse de una causa, de una obra, de un ideal, cruzarse con la
insignia de una noble empresa y ofrecerle, al fin, el sacrificio de la vida, dándole
el cuerpo vencido irremediablemente por la fatalidades de nuestra propia
naturaleza lamentable, es noble cosa.
Pero me resulta de más grandeza ejemplar, en cambio, la grandeza del
que sacrifica en los altares del ideal —por alto que sea— ese tesoro sin precio de
las convicciones honestas que arraigan en el fondo íntimo de nosotros en carne
de corazón y en profundidad de entrañas, y que siente al hacerlo, a su alrededor
vacío de máquina neumática y nota frialdades inesperadas y ve rostros vueltos
y siente palabras a medias que traspasan...
*
* *
Y en la hoguera del Moloch crepitante y nauseabundo de la dictadura,
humeante de despojos humanos, aquel hombre superior, que tenía todo que
conservar, “hasta el apellido”, arrojó, en un acto de supremo sacrificio, su fe
principista...
Pero la obra se salvó.



JOSÉ M. FERNÁNDEZ SALDAÑA
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