Monday, January 21, 2019

El Dios Verde

El Dios Verde


Madre... por los médanos blancos viene descalzo ese dios verde...

Con la exclamación de ¡viene el dios verde! se arremolinaban junto a él niños y mayores, algunos llenos de curiosidad y algo de temor ante este personaje, otros burlones, aunque guardando cierto respeto.  Siendo un niño llegué a verlo pregonando su mensaje a mediados de los años '50 en la calle Julio César de Montevideo del otrora barrio "La Mondiola".

Canta Alfredo Zitarrosa en su canción “Habanera”: “…viene descalzo ese Dios Verde”. Así pinta a uno de los personajes más pintorescos del viejo Montevideo. Fue un solitario predicador llamado por el pueblo El Dios Verde. Por mediados del siglo pasado recorrió a pie todo el Uruguay. Siempre descalzo, con una túnica de color verde claro, el largo cabello canoso le caía sobre los hombros y una lacia barba blanca le daba el aspecto de un sabio venerable. En sus manos la Biblia y un largo palo que como el bastón de los peregrinos del Camino de Santiago lo usaba para apoyarse y marcar sus pasos. En el invierno usaba una capa azul que si la mirábamos de cerca tenía bordadas pequeñas cruces cristianas. Personaje quijotesco que trataba de llevar a todos los rincones del país su mensaje moralista y religioso. Ya por la década del 30 anduvo predicando con su fuerte voz en los pueblos del Interior uruguayo. Por esos años visitaba seguido la ciudad de Mercedes y frente a la iglesia en la plaza principal era rodeado por decenas de curiosos.También lo recuerdan los ancianos de Salto cuando en los calientes veranos en la zona del Arapey esperaba a la gente que saliera de las termas y realizaba sus enérgicas arengas morales.
Al empezar los festivales de cine en Punta del Este, por los inicios del 60, El Dios Verde llegó a Maldonado. De tardecita, se paraba en la puerta del Club Cantegril y de noche se ubicaba frente a los cines de la península donde concurría el público y las estrellas invitadas.
Cuando no lo echaba la policía, realizaba entre esa gente de ropas lujosas sus discursos contra el despilfarro y la vanidad del dinero. Uno de sus admiradores fue el político Eduardo Víctor Haedo que valoraba mucho el ejemplo de vida austera que tenía ese personaje popular. Lo había conocido una tarde en que Haedo siendo Consejero de Gobierno vio al Dios Verde predicar en la Plaza Independencia.
Y luego en Punta del Este el político y pintor Haedo en esos días de festivales cinematográficos lo invitó a conversar a su famosa casa llamada “La Azotea”. Este personaje fue muy conocido en los barrios montevideanos y su llegada a las esquinas era entre el revuelo de los pibes y los veteranos que lo escuchaban con atención. Las doñas le daban alimentos que éste guardaba en una bolsa y luego de comer muy poquito al seguir caminando y ver gente pobre de inmediato le regalaba esa comida. Una de sus frases favoritas que repetía por todos lados era “evitar el camino de la perdición” leyendo y siguiendo las enseñanzas bíblicas. Cuando le preguntaban porque no iba a las iglesias repetía que “los que buscan de veras a Dios, dentro de los santuarios se ahogan”. Así justificaba su vida andariega y callejera enseñando la Biblia que para el asombro de muchos citaba de memoria en muchos de sus pasajes. Atacaba a los vicios y elogiaba la vida virtuosa.
Muy enardecido despotricaba contra las mujeres “teñidas, muy maquilladas y de vestidos ajustados” y atacaba a los hombres que visitaban El Bajo y sus “bares de camareras”. El Dios Verde era un enemigo del vicio del juego y a veces se lo veía frente a las agencias de quinielas o de los boliches donde se levantaba juego clandestino por la Villa Muñoz. Los “capitalistas clandestinos” no querían que les espantara a sus apostadores y con una “coima” lograban que un guardiacivil lo echara o lo metiera un rato en el calabozo de la comisaría del barrio.
Fue una leyenda del Montevideo del ayer que aún cuando misteriosamente se esfumara su presencia callejera la gente siguió recordándolo con cariño por muchos años.





El Dios Verde
 por el profesor Manuel Santos Píriz
 Cuenta la leyenda que un paisano al escuchar el predicamento de José Salles le increpó… ´´ usted, pa´ dios está verde…´´, que motivó el apodo con el cual fue conocido en sus más de 40 últimos años de existencia. Don José Salles llegó a Mercedes por los años 30. Vestía como su condición social lo imponía, hijo de prósperos tenderos de Canelones y continuador él mismo del negocio, impecables botines y atuendos; cuando -para los creyentes – tuvo una revelación, cumplidos los 50 años, que lo llevó a esta fantástica transformación espiritual . Habiendo fallecido en 1970, el imaginario popular lo recuerda con gran cariño. Esto es así porque don José Salles vivía lo que predicaba. Los más jóvenes pueden quizás nunca haber oído de él.  Creemos necesario en estos días tan complejos, aprender de aquellos valores de vida que sólo los grandes pueden trasmitir de generación en generación. Grande no es equivalente a popularmente conocido. Grande puede ser un individuo tan desconocido, pero solidario de verdad, aquel que comparte, aquel que lo atormenta el sufrimiento de los demás y trata de cambiar algo la situación de angustia, quien trasmite la idea de compartir y no la avaricia, la codicia ni el egoísmo. El ´´ Dios Verde ´´ fue eso, fue la imagen viva de Cristo caminando entre nosotros. Podría compartirse o no los fundamentos de la corriente que él impulsó – cristiana, judía, uruguaya -, pero lo innegable y lo perdurable es el ejemplo de vida sacrificada y de entrega que se corresponde ciento por ciento con su pensamiento. Cuentan las anécdotas que acompañó a los enfermos en el Hospital, que no aceptaba limosnas, que un trozo de carne que espontáneamente le entregaban en la carnicería de la esquina, a la media cuadra lo entregaba a una familia que lo necesitaba para la olla del día. Su humilde morada era permanentemente visitada por nuestra gente, como buscando un consejo, un aliento de vida, una oración, por curiosidad, por desafío, llegaba hasta la costa del río muy cerca de donde hoy está Prefectura (ahora la vieja porque la nueva se encuentra en el puerto frente a la isla), al lado de la cancha de tenis. Rigurosamente todas las mañanas se sumergía en nuestro Río Negro, como buscando la purificación del cuerpo, más de una vez cruzó el río a nado, todo esto sin importar la estación del año. Lo caracterizó el andar descalzo, como impregnándose con nuestra tierra en una simbiosis espiritual-física. Todos los caminos del Uruguay supieron su predicamento. Llegó a ir a EEUU en 1951 para oponerse a la muerte de los Rosenberg, que finalmente fueron electrocutados. Cuando la plaga de la langosta invade nuestros campos, cuenta la leyenda que su sola presencia motivó la desaparición de las mismas. Es inevitable que el paso del tiempo tienda a confundir lo real de lo místico, lo cual no invalida su personalidad sino que la afirma.  De entre sus escritos originales se rescatan estas líneas, ´´ Tuvo Jesús corona y fue de espinas. El Papa tiene tres de piedras finas Cristo lavó los pies a pescadores Al papa se los besan los señores Jesús humilde y pobre se condujo El papa ostenta un insolente lujo Hermano fue Jesús del pordiosero Quiere el Papa ser rey del mundo entero Cristo llevó una cruz, el Papa en tanto Se hace llevar en andas como un santo Mérito hizo Jesús de la pobreza El mérito del Papa es la riqueza A los que Cristo echó del templo a latigazos El papa los recibe entre sus brazos…´´

´ Soy un hombre que no trabaja por dinero. Trabajar para que a uno le paguen es prostitución ´´, comenzó diciendo a un periodista capitalino en 1965. Y agregaba: ´´ yo no acepto limosnas y predico hasta el cansancio. Voy por los caminos sin desmayo. Y mi trabajo no es para cualquiera. Es sacrificio de punta a punta. Sólo me sostienen la fe y el amor. El amor por todos: incluso, por los que ciento sesenta y seis veces me llevaron preso y me tuvieron cinco veces en la penitenciaría y dos en el manicomio. Pero yo no tengo miedo. Soy un hombre de amor, como era Jesús. ¿Cómo no me van a traicionar, si de los doce discípulos del maestro, uno lo traicionó, otro lo negó, mientras los demás huían? ´´.
Los seguidores de su discurso decían que "sus enseñanzas mezclaban el Nuevo y el Viejo Testamento con una suerte de anarquismo mesiánico, junto a las doctrinas propias del liberalismo anticlerical de moda a principios del siglo XX". Por eso, muchos sostenían que en su juventud, había sido un protegido de Don José Batlle y Ordóñez. Lo único cierto de esa pretendida relación, eran las simpatías declaradas del Dios Verde hacia las ideas rectoras de la ideología batllista. El mismo decía a todo el mundo que "Batlle estaba más cerca de Dios que las razones de los sacerdotes". Por eso, el predicador solía repartir entre la gente copias de una poesía escrita por José Batlle y Ordóñez en su juventud, llamada "Como se ama a Dios", en la cual se ataca a los traficantes del templo y a los réprobos.

CÓMO SE ADORA A DIOS
José Batlle y Ordóñez

Oh!... no se adora a dios como el precito
Traficante del templo,
Con palabras vacías de sentido
Y ademanes extraños que provocan
La risa y el desprecio.
Se adora a dios en la abstracción profunda
Que aclara el pensamiento,
Siguiendo en su carrera al infusorio
O pesando los mundos admirables
Que ruedan en el cielo.

Se adora a dios con el cincel de Fidias
Que admira el Universo,
Con la brocha inmortal de Miguel Ángel,
Con las sublimes notas de Rossini,
Con los cantos de Homero.

Se adora a dios en el hogar modesto
De la austera familia,
En el beso de amor de los esposos
Y de la madre que columpia al hijo
En las tiernas caricias.
Se adora a dios al inclinar la frente
Sobre la tierra inculta,
Rasgando sus ropajes de esmeralda
Para incubar en sus entrañas tibias
La semilla fecunda.
Se adora a dios bebiendo la cicuta
Como el sabio de Atenas,
O ascendiendo a la cumbre del calvario
Para rendir la vida en holocausto
Al triunfo de una idea.

Se adora a dios con la cabeza erguida
En el medio del combate,
Arreciando las iras del protervo
Y hundiendo a los imperios en el polvo
Con su hueste execrable...

Oh!... no se adora a dios como el precito
Traficante del templo,
Con palabras vacías de sentido
Y ademanes extraños que provocan
La risa y el desprecio...


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