Joaquín Suárez
En el mes de agosto
de 1781, nació en la villa de Guadalupe
(Canelones) Don Joaquín
Suárez, destacada figura de la época heróica
en que se daba forma y contenido
a nuestra naciente nacionalidad.
Como homenaje a su personalidad, se
reproducen las páginas que el historiador
Orestes Araújo le dedicara en su libro
"Episodios Históricos", resaltando el generoso
desinterés con que el prócer actuó
en la vida pública.
Las cuentas, cuando los Treinta y Tres patriotas
invadieron el territorio oriental con objeto
de librarse y librar a sus paisanos
del dominio brasilero, disponían de escasísimos
recursos, puesto que los obtenidos
en Buenos Aires para efectuar la
invasión eran tan insignificantes con relación
a la magnitud de la empresa, que
se agotaron al momento.
Hubo, pues, que apelar al préstamo a
fin de atender a las necesidades de la
guerra; pero ¿a quién recurrir en aquellos
aciagos momentos en que los principales
patriotas hablan sido desterrados o
se encontraban en la emigración, dejando
el país arruinado y sobrecogidos de espanto
a sus moradores ante los edictos
despóticos del jete de las fuerzas de ocupación?
Sabedor Don Joaquin Suárez de la angustiosa
situación en que se hallaba el
General Lavalleja, no vaciló en facilitarle
treinta mil pesos de su fortuna privada,
sin interés ninguno, prescindiendo de
dos mil que ya había anteriormente regalado
con igual propósito.
Este rasgo de generosidad fue seguido
de otros muchos en épocas posteriores,
y muy en particular durante el sitio de
Montevideo, principiado el 16 de febrero
de 1843, por tropas rosistas en número
de más de diez mil soldados, y terminado
el a de octubre de 1851 sobre la
base de una honrosa paz, que adoptó
como fórmula: ni orientales vencidos, ni
orientales vencedores.
En efecto, mientras duró esa guerra,
Don Joaquín Suárez fue siempre el primero
en figurar en las listas de suscripciones
de carácter patriótico o filantrópico;
o convirtiendo su casa en albergue
de familias que huían de la campaña para
asilarse en Montevideo; o poniendo su
caja particular al servicio de los pobres,
de los necesitados, de los hospitales, de
los heridos, de los huérfanos y de los leales
servidores de la patria
Tampoco a ésta negó su poderoso con
curso pecuniario en los días más aciagos,
en los compromisos más ineludibles,
ni en los momentos de mayor penuria; y
tan exacto es esto, que a fuerza de dádivas
y préstamos su tesoro quedó agotado,
desiertas primero y malbaratadas
después sus numerosas y bien pobladas
estancias, vendidas a vil precio las cincuenta
leguas de tierras de pastoreo que
poseía en Cerro Largo, hipotecados sus
campos de Río Grande y perdidas sus propiedades
urbanas, a fin de suplir al Estado
las ingentes sumas de dinero que
con voracidad abrumadora absorbían las
necesidades del sitio.
"Muchas veces, —dice el historiador
Don Isidoro De María—, faltaron las provisiones
de boca para el ejército y para la
multitud de familias que subsistían con
las raciones que diariamente se les distribuían,
excediendo éstas de veinte mil
diarias. No habia cómo proporcionalas
para el día siguiente. El tesoro público
estaba exhausto. El crédito habla desaparecido.
En estos conflictos, más de
una vez la generosidad patriótica de Don
Joaquín Suárez fue el ancla de salvación.
Se desprendía de sus títulos de propiedad,
los hipotecaba, los ofrecía en garantía
para obtener recursos, o malbarataba
sus casas por la tercera parte del
valor; sacrificaba sus intereses particulares
y et patrimonio de sus hijos para
atender a las necesidades de la nación,
para dar pan a los defensores de la plaza,
a auxiliar al ejército en campaña, para
ratificación a servidores, o para obras de
beneficencia a que su bellísimo corazón
ira inclinado".
De estas donaciones jamás llevó nota
el gran ciudadano; pero deseando el Gobierno
de la Defensa quiso conocer a cuánto
subía la deuda Que pesaba sobre el país,
procedente de préstamos de dinero,
suministros y perjuicios de guerra, acordó
documentar a los acreedores del Estado
a fin de evitar dificultades cuando llegarse
el día de dar a cada uno lo que legítimamente
le pertenecía
Tratábase este delicado asunto en el
seno del gabinete, hallándose presente
el señor Suárez, a quien el Ministro de Hacienda
dirigió la palabra en esta forma:
—Señor Presidente, usted ha dado
mucho sin tomar recibo: es preciso que
mande hacer la cuenta y se le documente,
como es justo.
A lo cual contestó Don Joaquín Suárez
con naturalidad y sonriéndose:
— Yo no llevo cuentas a mi madre.
Y fue ineficaz la insistencia de los
hombres que acompañaban al venerable
anciano en el gobierno de Montevideo
para que dijese cuánto le adeudaba la
patria, pues tomando a ésta cual madre
cariñosa, conceptuó que exigirle cuentas
a ella no era digno de quien se precia
de buen hijo.
Consecuente con este propósito, rechazó
también en 1850 una recompensa de
cincuenta mil pesos que le asignó la
Asamblea, haciendo la siguiente declaración
"Los inmensos quebrantos sufridos
por tanto servidor de la palria no pueden
serme indiferentes a punto de que no desee
participar con igualdad del infortunio
de todos. Sí mi posición elevada ha menoscabado
mi fortuna, ella ha aumentado
también mi gloria y el interés al alto
aprecio de mis compatriotas Si me hacen
la justicia de creer que lo he desempeñado
con abnegación y pureza, será mi
mejor y única recompensa".
de 1781, nació en la villa de Guadalupe
(Canelones) Don Joaquín
Suárez, destacada figura de la época heróica
en que se daba forma y contenido
a nuestra naciente nacionalidad.
Como homenaje a su personalidad, se
reproducen las páginas que el historiador
Orestes Araújo le dedicara en su libro
"Episodios Históricos", resaltando el generoso
desinterés con que el prócer actuó
en la vida pública.
Las cuentas, cuando los Treinta y Tres patriotas
invadieron el territorio oriental con objeto
de librarse y librar a sus paisanos
del dominio brasilero, disponían de escasísimos
recursos, puesto que los obtenidos
en Buenos Aires para efectuar la
invasión eran tan insignificantes con relación
a la magnitud de la empresa, que
se agotaron al momento.
Hubo, pues, que apelar al préstamo a
fin de atender a las necesidades de la
guerra; pero ¿a quién recurrir en aquellos
aciagos momentos en que los principales
patriotas hablan sido desterrados o
se encontraban en la emigración, dejando
el país arruinado y sobrecogidos de espanto
a sus moradores ante los edictos
despóticos del jete de las fuerzas de ocupación?
Sabedor Don Joaquin Suárez de la angustiosa
situación en que se hallaba el
General Lavalleja, no vaciló en facilitarle
treinta mil pesos de su fortuna privada,
sin interés ninguno, prescindiendo de
dos mil que ya había anteriormente regalado
con igual propósito.
Este rasgo de generosidad fue seguido
de otros muchos en épocas posteriores,
y muy en particular durante el sitio de
Montevideo, principiado el 16 de febrero
de 1843, por tropas rosistas en número
de más de diez mil soldados, y terminado
el a de octubre de 1851 sobre la
base de una honrosa paz, que adoptó
como fórmula: ni orientales vencidos, ni
orientales vencedores.
En efecto, mientras duró esa guerra,
Don Joaquín Suárez fue siempre el primero
en figurar en las listas de suscripciones
de carácter patriótico o filantrópico;
o convirtiendo su casa en albergue
de familias que huían de la campaña para
asilarse en Montevideo; o poniendo su
caja particular al servicio de los pobres,
de los necesitados, de los hospitales, de
los heridos, de los huérfanos y de los leales
servidores de la patria
Tampoco a ésta negó su poderoso con
curso pecuniario en los días más aciagos,
en los compromisos más ineludibles,
ni en los momentos de mayor penuria; y
tan exacto es esto, que a fuerza de dádivas
y préstamos su tesoro quedó agotado,
desiertas primero y malbaratadas
después sus numerosas y bien pobladas
estancias, vendidas a vil precio las cincuenta
leguas de tierras de pastoreo que
poseía en Cerro Largo, hipotecados sus
campos de Río Grande y perdidas sus propiedades
urbanas, a fin de suplir al Estado
las ingentes sumas de dinero que
con voracidad abrumadora absorbían las
necesidades del sitio.
"Muchas veces, —dice el historiador
Don Isidoro De María—, faltaron las provisiones
de boca para el ejército y para la
multitud de familias que subsistían con
las raciones que diariamente se les distribuían,
excediendo éstas de veinte mil
diarias. No habia cómo proporcionalas
para el día siguiente. El tesoro público
estaba exhausto. El crédito habla desaparecido.
En estos conflictos, más de
una vez la generosidad patriótica de Don
Joaquín Suárez fue el ancla de salvación.
Se desprendía de sus títulos de propiedad,
los hipotecaba, los ofrecía en garantía
para obtener recursos, o malbarataba
sus casas por la tercera parte del
valor; sacrificaba sus intereses particulares
y et patrimonio de sus hijos para
atender a las necesidades de la nación,
para dar pan a los defensores de la plaza,
a auxiliar al ejército en campaña, para
ratificación a servidores, o para obras de
beneficencia a que su bellísimo corazón
ira inclinado".
De estas donaciones jamás llevó nota
el gran ciudadano; pero deseando el Gobierno
de la Defensa quiso conocer a cuánto
subía la deuda Que pesaba sobre el país,
procedente de préstamos de dinero,
suministros y perjuicios de guerra, acordó
documentar a los acreedores del Estado
a fin de evitar dificultades cuando llegarse
el día de dar a cada uno lo que legítimamente
le pertenecía
Tratábase este delicado asunto en el
seno del gabinete, hallándose presente
el señor Suárez, a quien el Ministro de Hacienda
dirigió la palabra en esta forma:
—Señor Presidente, usted ha dado
mucho sin tomar recibo: es preciso que
mande hacer la cuenta y se le documente,
como es justo.
A lo cual contestó Don Joaquín Suárez
con naturalidad y sonriéndose:
— Yo no llevo cuentas a mi madre.
Y fue ineficaz la insistencia de los
hombres que acompañaban al venerable
anciano en el gobierno de Montevideo
para que dijese cuánto le adeudaba la
patria, pues tomando a ésta cual madre
cariñosa, conceptuó que exigirle cuentas
a ella no era digno de quien se precia
de buen hijo.
Consecuente con este propósito, rechazó
también en 1850 una recompensa de
cincuenta mil pesos que le asignó la
Asamblea, haciendo la siguiente declaración
"Los inmensos quebrantos sufridos
por tanto servidor de la palria no pueden
serme indiferentes a punto de que no desee
participar con igualdad del infortunio
de todos. Sí mi posición elevada ha menoscabado
mi fortuna, ella ha aumentado
también mi gloria y el interés al alto
aprecio de mis compatriotas Si me hacen
la justicia de creer que lo he desempeñado
con abnegación y pureza, será mi
mejor y única recompensa".
Joaquín Luis Miguel Suárez de Rondelo y Fernández nació en Villa de Canelones el 18 de agosto de 1781. Cuando tenía 13 años, a poco de la muerte de su madre, se mudó con su padre desde la hacienda en donde vivía a la ciudad de Montevideo para recibir educación formal. Pronto, el joven Joaquín se convirtió en un próspero comerciante de productos rurales.
Suárez se integró a los grupos criollos independentistas de Montevideo que se reunían en secreto para cuestionar el gobierno colonial. Como capitán de milicias realistas, captó a muchos soldados y oficiales que participaron del pronunciamiento emancipador del 28 de febrero de 1811.
La presencia de Suárez en la milicia patriota que comandaba José G. Artigas atrajo a muchos pobladores del sur de la Banda Oriental, región en la que contaba con una gran estima y autoridad. Participó del combate de Las Piedras y luego en el sitio de Montevideo, pero debe partir en el éxodo que siguió al armisticio entre el Virrey Elío y el gobierno porteño.
Regresó en 1814 junto a Artigas para retomar el sitio a Montevideo. Esta vez, las tropas patriotas lograron desalojar a los realistas. Pero Suárez se enfrentó a Artigas por causa de las intrigas políticas que comenzaron a recorrer el bando patriota. Decidido a no participar en los complots, renunció a su puesto militar y se retiró a su hacienda.
Cuando los portugueses invadieron la Banda Oriental desde Brasil, Suárez se mantuvo ajeno a los pedidos de los ocupantes y sus partidarios para que participara del gobierno. Por el contrario, desde 1816 comenzó a reclutar hombres y a tejer alianzas para formar una fuerza que desalojara a los portugueses.
En 1825 se produjo la llegada a tierra uruguaya de los 33 Orientales, una fuerza patriota dirigida por Artigas que estaba decidida a desalojar a los invasores. En su marcha a Montevideo, pasaron por la estancia de Suárez en donde recibieron provisiones y dinero para solventar su campaña.
Desalojados los portugueses, fue electo diputado en el Congreso Constituyente que declaró a Uruguay independiente del imperio brasileño y las Provincias Unidas el 14 de junio de 1825. Fue electo diputado y como tal promovió la protección de la producción local y un código legal que garantizara el respeto de los derechos y obligaciones de los ciudadanos.
En julio de 1826 fue electo gobernador de la Provincia Oriental. Desde allí se dedicó a organizar el gobierno y sus iniciativas incluyeron la protección de la libertad de prensa, la promoción de la educación, el establecimiento del orden público y de un sistema legal fuerte. Pasó sus años entre cargos legislativos y ejecutivos con la misma línea ideológica progresista.
Sucedió a Manuel Oribe al frente de la presidencia entre 1843 y 1851 durante el denominado Gobierno de la Defensa, llamado de este modo por enfrentar el asedio de las fuerzas de Fructuoso Rivera. Cumplido su mandato, se retiró a su finca.
Regresó a la política en 1854 como Senador y luego como diputado en 1958. Para ese momento se había convertido en una figura política respetada por todas las facciones políticas, que reconocían su patriotismo y moderación. Murió en la pobreza el 26 de diciembre de 1868.
Conclusión: los gauchos y los aborígenes verían en ti al líder que esperaban para lanzarse a la lucha por su libertad. Contra españoles o portugueses, tu figura guiará al pueblo a conquistar su plena emancipación
Suárez se integró a los grupos criollos independentistas de Montevideo que se reunían en secreto para cuestionar el gobierno colonial. Como capitán de milicias realistas, captó a muchos soldados y oficiales que participaron del pronunciamiento emancipador del 28 de febrero de 1811.
La presencia de Suárez en la milicia patriota que comandaba José G. Artigas atrajo a muchos pobladores del sur de la Banda Oriental, región en la que contaba con una gran estima y autoridad. Participó del combate de Las Piedras y luego en el sitio de Montevideo, pero debe partir en el éxodo que siguió al armisticio entre el Virrey Elío y el gobierno porteño.
Regresó en 1814 junto a Artigas para retomar el sitio a Montevideo. Esta vez, las tropas patriotas lograron desalojar a los realistas. Pero Suárez se enfrentó a Artigas por causa de las intrigas políticas que comenzaron a recorrer el bando patriota. Decidido a no participar en los complots, renunció a su puesto militar y se retiró a su hacienda.
Cuando los portugueses invadieron la Banda Oriental desde Brasil, Suárez se mantuvo ajeno a los pedidos de los ocupantes y sus partidarios para que participara del gobierno. Por el contrario, desde 1816 comenzó a reclutar hombres y a tejer alianzas para formar una fuerza que desalojara a los portugueses.
En 1825 se produjo la llegada a tierra uruguaya de los 33 Orientales, una fuerza patriota dirigida por Artigas que estaba decidida a desalojar a los invasores. En su marcha a Montevideo, pasaron por la estancia de Suárez en donde recibieron provisiones y dinero para solventar su campaña.
Desalojados los portugueses, fue electo diputado en el Congreso Constituyente que declaró a Uruguay independiente del imperio brasileño y las Provincias Unidas el 14 de junio de 1825. Fue electo diputado y como tal promovió la protección de la producción local y un código legal que garantizara el respeto de los derechos y obligaciones de los ciudadanos.
En julio de 1826 fue electo gobernador de la Provincia Oriental. Desde allí se dedicó a organizar el gobierno y sus iniciativas incluyeron la protección de la libertad de prensa, la promoción de la educación, el establecimiento del orden público y de un sistema legal fuerte. Pasó sus años entre cargos legislativos y ejecutivos con la misma línea ideológica progresista.
Sucedió a Manuel Oribe al frente de la presidencia entre 1843 y 1851 durante el denominado Gobierno de la Defensa, llamado de este modo por enfrentar el asedio de las fuerzas de Fructuoso Rivera. Cumplido su mandato, se retiró a su finca.
Regresó a la política en 1854 como Senador y luego como diputado en 1958. Para ese momento se había convertido en una figura política respetada por todas las facciones políticas, que reconocían su patriotismo y moderación. Murió en la pobreza el 26 de diciembre de 1868.
Conclusión: los gauchos y los aborígenes verían en ti al líder que esperaban para lanzarse a la lucha por su libertad. Contra españoles o portugueses, tu figura guiará al pueblo a conquistar su plena emancipación
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