Sucesos que impactaron
la opinión pública de los uruguayos
La
muerte del ex oficial nazi Hebert Cukurs
El episodio de la muerte
del ex oficial nazi Hebert Cukurs en Uruguay, hace 54 años, motivó la semana pasada la publicación del
artículo de Isac Gliksberg, periodista
judeo-uruguayo que colabora frecuentemente con
Aurora. Nuestra visita de unos pocos días a
Montevideo nos permitió llegar a una de las personas
más cercanas a este extraño episodio. El ex jefe de
Inteligencia y Enlace de la Policía de Uruguay,
comisario Alejandro Otero, fue, como bien lo
describe Gliksberg, la persona que encontró el
cadáver en el balneario Shangrilá, a pocos
kilómetros de Montevideo.
En su residencia, que por esas coincidencias no es lejana al lugar del crimen, accedió a recibir al representante de Aurora, acompañado de quien publicara la primera parte de sus memorias (``¡Llamen al Comisario Otero!'', Editorial Planeta), el escritor y ex director de la Biblioteca Nacional de Uruguay, Raúl Vallarino, y del mencionado Gliksberg. El libro contiene tres capítulos acerca del episodio del nazi Cukurs.
Otero, ya jubilado de las dos carreras que desempeñó al mismo tiempo y que le dieron merecida fama, oficial de la Policía y árbitro internacional de fútbol, comienza recordando dos episodios que lo vinculan a Israel. A comienzos de la década del '60, como joven oficial estuvo a cargo de la custodia del presidente Zalman Shazar que visitó el país en el marco de una gira que estaba programada para continuar hacia Argentina y Brasil.
El Golpe Militar en Argentina obligó a cambiar el itinerario. Shazar permaneció una semana más en Montevideo, en un gran chalet de Punta del Este, perteneciente a un conocido empresario judío de la época. Otero convivió con él durante esos días.
Tres décadas después viajó a Israel donde fue invitado a compartir experiencias con colegas acerca de su exitosa lucha contra los guerrilleros tupamaros. Según el testimonio de Otero, él fue el factor determinante en el apresamiento de los líderes guerrilleros, lo que provocó la caída del movimiento como tal.
De aquellos días recuerda que un día viernes uno de sus superiores le informó de la llegada del telegrama al que hizo referencia Gliksberg en su artículo. Envió agentes de la repartición a la dirección indicada pero volvieron sin encontrar nada. Al día siguiente, lo vuelven a llamar. Esta vez el superior estaba acompañado por un cronista policial y le pide que viaje hasta el lugar en persona. En principio se negó pero luego, con otros oficiales viajaron hasta el lugar. Una vez que ubicaron la dirección, encontró una casa en estado de abandono y al romper una de las cortinas entendió que estaba en el sitio adecuado: había grandes manchas de sangre. Después de forzar una puerta, ingresó a una de las habitaciones donde se encontraba el cajón con el cadáver de Cukurs.
A partir de ese momento continuó con la investigación. Según él, la misma finalizó cuando identificó a los autores del hecho,
En su residencia, que por esas coincidencias no es lejana al lugar del crimen, accedió a recibir al representante de Aurora, acompañado de quien publicara la primera parte de sus memorias (``¡Llamen al Comisario Otero!'', Editorial Planeta), el escritor y ex director de la Biblioteca Nacional de Uruguay, Raúl Vallarino, y del mencionado Gliksberg. El libro contiene tres capítulos acerca del episodio del nazi Cukurs.
Otero, ya jubilado de las dos carreras que desempeñó al mismo tiempo y que le dieron merecida fama, oficial de la Policía y árbitro internacional de fútbol, comienza recordando dos episodios que lo vinculan a Israel. A comienzos de la década del '60, como joven oficial estuvo a cargo de la custodia del presidente Zalman Shazar que visitó el país en el marco de una gira que estaba programada para continuar hacia Argentina y Brasil.
El Golpe Militar en Argentina obligó a cambiar el itinerario. Shazar permaneció una semana más en Montevideo, en un gran chalet de Punta del Este, perteneciente a un conocido empresario judío de la época. Otero convivió con él durante esos días.
Tres décadas después viajó a Israel donde fue invitado a compartir experiencias con colegas acerca de su exitosa lucha contra los guerrilleros tupamaros. Según el testimonio de Otero, él fue el factor determinante en el apresamiento de los líderes guerrilleros, lo que provocó la caída del movimiento como tal.
De aquellos días recuerda que un día viernes uno de sus superiores le informó de la llegada del telegrama al que hizo referencia Gliksberg en su artículo. Envió agentes de la repartición a la dirección indicada pero volvieron sin encontrar nada. Al día siguiente, lo vuelven a llamar. Esta vez el superior estaba acompañado por un cronista policial y le pide que viaje hasta el lugar en persona. En principio se negó pero luego, con otros oficiales viajaron hasta el lugar. Una vez que ubicaron la dirección, encontró una casa en estado de abandono y al romper una de las cortinas entendió que estaba en el sitio adecuado: había grandes manchas de sangre. Después de forzar una puerta, ingresó a una de las habitaciones donde se encontraba el cajón con el cadáver de Cukurs.
A partir de ese momento continuó con la investigación. Según él, la misma finalizó cuando identificó a los autores del hecho,
aunque, evidentemente, sus
verdaderos nombres no eran los que figuraban en el
hotel en el que se alojaron ni en la empresa que les
arrendó los autos.
Para Otero, está claro que la intención no era asesinar a Cukurs. El cajón tenía correas y orificios para que una persona pudiese respirar. Posteriores interrogatorios a personas que solían pescar en la playa contigua, le permitieron saber que durante tres días a poca distancia de la costa se mantuvo anclado un barco carguero con sus luces encendidas. El buque no apareció en los registros de las autoridades y de allí la suposición de que esperaba el cajón con el secuestrado para abandonar el lugar.
Los agentes, supuestamente del Mosad, no contaron con el hecho que Cukurs ofrecería una dura resistencia y es por ello que no habrían tenido otra alternativa que matarlo en el lugar.
En Brasil aparecieron fotocopias de las licencias de conducir de los protagonistas que coincidían con los que presentaron al alquilar autos en Montevideo.
Las fotos de los supuestos autores del crimen fueron publicadas en diarios uruguayos. La Policía las envió a la Interpol en París que se negó a difundirlas aduciendo que se trataba de un incidente político y no un delito común. En ese momento finalizó la investigación. Otero destaca que un tiempo después recibió una postal dirigida a él en la que había una gran ``M'', lo que representaba una amenaza de muerte.
Si bien oficialmente nunca se supo quién estuvo detrás del crimen, afirma, la posterior visita a los familiares de Cukurs permitieron saber que nunca estuvo en el registro de criminales nazis pero tuvo actuación en las deportaciones de judíos hacia campos de concentración. Era una persona con gran fuerza física que operaba una lancha para terroristas y con el argumento de abrir una empresa similar lo atrajeron a Uruguay.
El cadáver de Cukurs, a pedido de sus familiares fue cremado y llevado a Brasil. Mucho tiempo después, cuando prescribe el crimen, asegura Otero, en ``El Diario'' de la noche fueron publicadas aseveraciones de una agente israelí que confirman la presunción de que los autores del suceso eran de esa procedencia.
Salvo en el caso de Adolf Eichmann, secuestrado por agentes israelíes en Argentina y enjuiciado en Israel, no se recuerda otro caso en que el Estado haya reconocido su responsabilidad por la detención de ex nazis. Lo que sucedió con Cukurs no fue una excepción.
La conversación en la casa de Otero tuvo luego un giro de 180 grados, cuando Gliksberg recordó que, décadas atrás, escuchó en su casa acerca de la presencia del Dr. Mengele en Uruguay y que un amigo de su familia lo reconoció caminando por la calle. Luego se supo que vivió un tiempo allí y que hasta habría contraído matrimonio en el país.
Para Otero, está claro que la intención no era asesinar a Cukurs. El cajón tenía correas y orificios para que una persona pudiese respirar. Posteriores interrogatorios a personas que solían pescar en la playa contigua, le permitieron saber que durante tres días a poca distancia de la costa se mantuvo anclado un barco carguero con sus luces encendidas. El buque no apareció en los registros de las autoridades y de allí la suposición de que esperaba el cajón con el secuestrado para abandonar el lugar.
Los agentes, supuestamente del Mosad, no contaron con el hecho que Cukurs ofrecería una dura resistencia y es por ello que no habrían tenido otra alternativa que matarlo en el lugar.
En Brasil aparecieron fotocopias de las licencias de conducir de los protagonistas que coincidían con los que presentaron al alquilar autos en Montevideo.
Las fotos de los supuestos autores del crimen fueron publicadas en diarios uruguayos. La Policía las envió a la Interpol en París que se negó a difundirlas aduciendo que se trataba de un incidente político y no un delito común. En ese momento finalizó la investigación. Otero destaca que un tiempo después recibió una postal dirigida a él en la que había una gran ``M'', lo que representaba una amenaza de muerte.
Si bien oficialmente nunca se supo quién estuvo detrás del crimen, afirma, la posterior visita a los familiares de Cukurs permitieron saber que nunca estuvo en el registro de criminales nazis pero tuvo actuación en las deportaciones de judíos hacia campos de concentración. Era una persona con gran fuerza física que operaba una lancha para terroristas y con el argumento de abrir una empresa similar lo atrajeron a Uruguay.
El cadáver de Cukurs, a pedido de sus familiares fue cremado y llevado a Brasil. Mucho tiempo después, cuando prescribe el crimen, asegura Otero, en ``El Diario'' de la noche fueron publicadas aseveraciones de una agente israelí que confirman la presunción de que los autores del suceso eran de esa procedencia.
Salvo en el caso de Adolf Eichmann, secuestrado por agentes israelíes en Argentina y enjuiciado en Israel, no se recuerda otro caso en que el Estado haya reconocido su responsabilidad por la detención de ex nazis. Lo que sucedió con Cukurs no fue una excepción.
La conversación en la casa de Otero tuvo luego un giro de 180 grados, cuando Gliksberg recordó que, décadas atrás, escuchó en su casa acerca de la presencia del Dr. Mengele en Uruguay y que un amigo de su familia lo reconoció caminando por la calle. Luego se supo que vivió un tiempo allí y que hasta habría contraído matrimonio en el país.
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El nuevo regreso del caso Cukurs
"No venían a ejecutarlo, lo querían secuestrar"
Versiones. El ex comisario Alejandro Otero habla sobre caso del criminal de guerra
RENZO ROSSELLO
La ejecución de un criminal nazi en Uruguay, un caso que 54 años después sigue alargando sus sombras. Un documental emitido por National Geographic lo reconstruye con uno de sus protagonistas. En Uruguay otro cuenta su versión.
Herbert Cukurs, un letón de 64 años al que se conoció como "El Carnicero de Riga" fue ejecutado por su pasado nazi el 23 de febrero de 1965. Sin embargo su cuerpo no fue hallado sino hasta el 7 de marzo de ese año, en Paso Carrasco.
Sobre el cuerpo ensangrentado y oculto en un baúl una carta mecanografiada obró de sentencia. Estaba firmada por "Los que nunca olvidarán".
Baúl en el que fue encontrado el cuerpo de Cukurs
La anónima sentencia lo acusaba de la muerte de 30.000 judíos, durante las tenebrosas jornadas de 1942 en Riga que se conocieron como "La Marcha de la Muerte". Numerosos sobrevivientes del exterminio acusan a Cukurs como autor de crímenes de extrema crueldad.
Un ciclo emitido por el canal National Geographic con el nombre "Cazadores de Nazis" dedica su primer capítulo a este caso. El documental, cuyo hilo principal es la dramatización de los hechos, está realizado sobre la base de los testimonios de dos ex agentes del Mossad, el servicio de inteligencia israelí, así como de un periodista estadounidense, un sobreviviente judío que conoció a Cukurs y el propio hijo de este último.
Uno de los ex agentes -un hombre de avanzada edad que aparece con la cabeza cubierta por un sombrero y con anteojos oscuros- se identifica con el nombre que utilizó para llevar a cabo la operación entre Brasil y Uruguay: Anton Künzle.
Künzle relata con pormenores cómo se resolvió la ejecución y por qué se eligió a Uruguay para su concreción.
EL BAÚL. El comisario Alejandro Otero tenía entonces 33 años. Dirigía el Departamento de Inteligencia y Enlace, una modesta oficina policial que contaba con una fuerza de 30 hombres y dependía de la Dirección de Investigaciones .
"No teníamos armas, autos, nada", recuerda Otero ahora, con una sonrisa.
Lejos de ser un hombre que permanecía en las sombras, Otero compartía su tiempo con su otra pasión: el fútbol. Ya entonces ejercía como árbitro.
Por esa razón aquél sábado 7 de marzo al mediodía, cuando se disponía a cerrar la puerta de la oficina y salir rumbo a alguna cancha, no le hizo ninguna gracia la noticia que le traía un viejo conocido de "la casa", el periodista Humberto Dolce del hoy desaparecido El Diario, el vespertino de mayor circulación en el país.
Dolce había recibido el cable fechado en Bonn (Alemania) de la agencia Associated Press (AP) y no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Otero no quiso saber nada. Dolce subió al despacho del director de Investigaciones, Guillermo Copello, y unos minutos después Otero fue llamado a su escritorio.
Al principio el joven comisario intentó eludir la misión. Finalmente aceptó ir junto al comisario Santana Cabris -que unos meses después murió en el recordado tiroteo del edificio Liberaij- en busca de lo que para Otero no era más que una "pista fría". Unos días antes había recibido un aviso similar. Había enviado a uno de sus agentes a averiguar y había regresado con las manos vacías.
Luego de perder media tarde dando vueltas por Paso Carrasco, los tres policías y los dos periodistas dan con un pequeño chalet. Desde afuera no había nada que llamara la atención, recuerda Otero, pero finalmente consigue abrir una ventana y entrar a la casa. Al hacerlo lo invade un olor nauseabundo.
"Me pongo un pañuelo en la boca y entro. Llegó a un lugar con la puerta cerrada, la abro y veo un cajón lleno de gusanos. Un olor insoportable. Unas ganas de vomitar terribles. Pero voy y levantó la tapa y veo la cabeza de alguien y el cuerpo de alguien", relata Otero, repasando imágenes que casi cinco décadas después siguen vívidas.
Con franqueza Otero admite que luego de abrir el baúl y ver el cuerpo salió corriendo de la casa para vomitar. No recuerda haber visto ninguna nota, aunque las versiones conocidas dan cuenta del escrito firmado por "Los que nunca olvidarán". Y así empezó su investigación.
KUNZLE. "En aquella reunión mi comandante me comunicó que Cukurs era responsable de la muerte de más de 30.000 judíos letones. Mis padres habían muerto en el Holocausto, así que acepté de inmediato la misión", relata el propio Anton Künzle en el documental.
El ex agente alude a una reunión que tuvo lugar en París el 1° de septiembre de 1964, donde el Mossad planea la ejecución. En esa misma reunión es donde el protagonista adopta la identidad de Künzle, un próspero empresario austríaco.
Bajo esa identidad logrará trabar amistad con Cukurs y convencerlo para que sea su socio de negocios. Con ello, lo único que perseguía el agente era obligarlo a abandonar San Pablo, la ciudad donde se refugiaba luego de escapar de Europa a la caída del régimen nazi.
Y esa es una de las primeras pistas que obtuvo el comisario Otero durante sus investigaciones. "Voy a una casa donde alquilaban automóviles, ahí me entero de que se habían arrendado coches, se habían traído libretas internacionales y que las libretas habían sido expedidas en San Pablo o en Río", rememora Otero ahora.
El investigador viaja a San Pablo con su colega Santana Cabris y logran obtener las fotografías de Künzle y de Oswald Taussig, otro integrante del comando que utilizaba una identidad supuesta. También entrevista a la esposa de Cukurs y se interioriza de los detalles de la vida del letón en Brasil.
A su regreso a Montevideo la investigación se encamina rápidamente. "Entonces encuentro, aparecen las figuras de todos ellos registrándose en el Victoria Plaza", dice Otero.
DIVERGENCIAS. La presencia de los israelíes bajo identidades supuestas, el alquiler del chalet, su paso por Montevideo, la forma en que desaparecen luego del crimen, todo queda documentado en la investigación.
Sin embargo, hay un punto donde divergen las versiones del hecho. Según la conocida a través del documental y basada en los testimonios de Künzle y el ex agente Gad Shimron -que no participó de la operación pero que ya convertido en periodista escribe un libro junto a Künzle sobre el caso- la ejecución del criminal nazi se resuelve desde el principio.
La razón para ello era que el gobierno alemán estaba a punto de hacer expirar los plazos para el juzgamiento de prófugos nazis.
Sin embargo, a juicio de Alejandro Otero, el plan original era el de secuestrar a Cukurs para someterlo a juicio al igual que se había hecho con Eichmann. "Acá no vinieron a ajusticiar a nadie, acá vinieron a secuestrar a alguien y a llevárselo y la operación les falló porque nunca pensaron que este hombre de tanta edad tuviera esa resistencia física", sostiene el veterano investigador.
Otero no tiene evidencias para probarlo, aunque algunos indicios alimentan su hipótesis. La compra de un baúl, la existencia de un buque que había partido del puerto de Haifa y estuvo anclado durante 72 horas frente a las costas de Paso Carrasco en la fecha en que se cometió la ejecución. "Y yo sigo sosteniendo mi teoría. Si era matarlo, era más fácil matarlo allá en Brasil donde estuvo un montón de tiempo. Viene uno, bum y se acabó", asegura.
Otero recuerda que, pese a haber identificado a al menos dos integrantes del comando, Interpol no aceptó su pedido de colaboración. La organización adujo entonces que por tratarse de un "caso político" no podía intervenir.
"Yo seguí investigando y logré determinar que los servicios de inteligencia israelíes estaban de por medio, que el Mossad estaba de por medio. Pasaron los años y lo que dijo el simple y humilde comisario Otero fue exactamente la verdad de lo sucedido", dice el veterano policía, con orgullo indisimulado.
Los protagonistas
Herbert Cukurs
acusado de crímenes de guerra
Perteneció al grupo Cruz de Fuego, de la extrema derecha letona afiliada al nazismo. Se le acusó del exterminio de 30.000 judíos letones. Al terminar la guerra se refugió en San Pablo, Brasil, al igual que otros nazis.
Anton Künzle
agente israelí
Nombre supuesto del agente que encabezó el comando responsable de su ejecución en Uruguay. Bajo esa identidad narró la historia para un documental emitido por el canal de National Geographic.
Alejandro Otero
inspector retirado de policía
Como jefe de Inteligencia y Enlace fue el encargado de investigar el caso en 1965. En menos de un mes identificó a los principales sospechosos y estableció que se trataba de una operación clandestina.
Inocente para hijo de Cukurs
"Hemos estado esperando sesenta años y todavía nadie presentó pruebas contra mi padre", declara en portugués Herbert Cukurs (77), hijo del letón ejecutado en Uruguay, en el documental . De hecho, en Letonia la figura de Cukurs es tenida como la de un héroe de la aviación nacional. En cambio, nadie niega su pertenencia al grupo pro nazi "Cruz de Fuego", que fue brazo ejecutor del exterminio de judíos en este país báltico.
(Fuente: El País Digital)
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