El 2 de septiembre de 1945, justo en el final de la guerra, nuestro país vivió su propio gran cambio a escala cotidiana: en esa madrugada, los automóviles dejaron de circular por el lado izquierdo de las calles.
La “Ordenanza General de Tráfico” establecía, desde 1918, que “Todo vehículo o rodado marchará en su tránsito por el costado izquierdo de la calle”. Sin embargo, ese domingo la sanción de la “Honorable Junta” fue revocada, y como consecuencia, en el Uruguay se dejaron de importar autos con el volante a la derecha.
El acontecimiento había sido esperado con las ansias que generan una relevante innovación. Los montevideanos, presos de una enorme curiosidad, casi no podían imaginar cómo se iban a ver la rambla o 18 de Julio con el tránsito circulando a la inversa de lo habitual.
Los medios de comunicación se habían hecho eco de esa cuenta regresiva hacia el mentado cambio de mano, señalándola con relojes que advertían la distancia que separaba al país de nuestro propio “Día D”. Todos los días circulaban los nuevos decretos, que preveían, entre otras cosas, que hasta el 30 de setiembre no se podría circular a una velocidad mayor a 30 kilómetros por hora, para aclimatar a choferes y peatones a la novedad, y evitar así posibles accidentes debidos a distracciones fatales.
El diario El Plata, el 1° de septiembre, dedicaba varias viñetas humorísticas al tema del momento, incluyendo una que se refería a la reducción de la velocidad. “Dijeron un máximo de 30 por hora… pero no sé si kilómetros o atropellados!!”, exclama un sufrido peatón, revelando que entre los uruguayos en coche o a pie se aguardaba la medida con relativo temor.
No cabía duda: los accidentes se iban a multiplicar a diestra y siniestra a causa de la falta de costumbre, que redundaría en peatones que mirarían al revés de lo debido antes de cruzar la calle, o en automóviles que seguirían rebasándose como lo prescribía el anterior código: “Ningún vehículo podrá pasar a otro sino por la derecha”.
La medida comenzó a regir, curiosamente, a las cuatro de la mañana de aquel domingo soleado.
Contra lo esperado, no generó contratiempos, y no se registraron más accidentes que los usuales en cualquier domingo montevideano.
Las autoridades, entre las que se encontraban la Intendencia Municipal de Montevideo y la Dirección Nacional de Tránsito Público, se felicitaron por el éxito de las campañas preventivas en los medios, y de otras medidas que incluyeron algunos simulacros para habituar a los montevideanos.
La jornada se catalogó como “sin mayores inconvenientes”, y la novedad fue debidamente fotografiada ocupando portadas enteras de los periódicos capitalinos, relegando, por una vez, a las noticias provenientes desde Europa y Japón con respecto al fin de la Segunda Guerra Mundial.
Más local, pero también más tangible, el acontecimiento atrajo incluso a los avisadores, que inundaron sus publicidades con alusiones al “cambio de mano”. Desde inmobiliarias hasta la Fábrica Nacional de Alpargatas, todos utilizaron a la modificación de la reglamentación en el tránsito como leit motiv de sus publicidades.
Incluso después que se cambió la mano, los vehículos seguían teniendo el volante a la derecha, o sea iban por la izquierda, en su mano, pero tenían los volantes a contramano. Para peor, los ómnibus, además de tener el volante en el otro lado, quedaban con la ñata al revés, mirando torcido.
En 1953 se inauguraron los semáforos, para poner más orden a los cambios.
El cambio también acarreó nuevas e inevitables medidas que modificaron sutilmente el paisaje cotidiano: la sustitución
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