Colonia del Sacramento
Por el profesor Walter Rela
COLONIA DEL SACRAMENTO
III.DOCTRINA MARE COMPARTIRI.
Como se dijo en la Introducción para Portugal es siempre asunto prioritario “compartir la navegación del Río de la Plata” y negar de plano la pretensión española del " Mare Clusum"Por tanto debe ser incluido como otro de los antecedentes de la expedición de Manuel Lobo,al mismo tiempo que demuestra según nuestra hipótesis de manera contundente la dependencia de los intereses de la corona lusitana en Europa con los acontecimientos puntuales del Río de la Plata.
Sin pérdida de tiempo cuando en 1531 confirman el éxito de la expedición de Pero Lopes de Sousa hasta las bocas del Paraná, también percibien que se abre una importante vía de comercio legal desde un Janeiro estrechamente ligado a Lisboa y esta a su vez con el resto de Europa, con el puerto de Buenos Aires boca de salida de materias primas y metales de fácil colocación .
Entienden que el mejor camino es el de aplicar sin variantes la doctrina del" Compartiri Mare " que se supone como la que ofrece menor resistencia por parte de España.
Si bien el objetivo básico es incrementar cada vez ese flujo que sin duda convenía a ambas coronas, nunca le fue ajeno a Portugal que España se aferra sin discusión a la doctrina de Mare Clausum lo que echa por tierra su pacífico propósito de que su navegación podría ser compartida sin hostigamiento .
La postura de Carlos I y los asesores de la corona es irreductible y Portugal con gran sabiduría no sólo no la combate de frente sino que por el contario acepta aunque transitoriamente las reglas de juego impuestas.
Aquí queda demostrada una vez más la sagacidad de la cancillería luistana: aprovecha como argumentos los más sólidos que obran en su favor y que eran nada menos que las Bulas Papales de Eugenio IV en 1436, Nicolás V en 1437, Calixto III 1456, Alejandro VI en 1497 y León X en 1514 que comentamos oportunamente.
Si bien en rigor todas se refieren concretamente al apoyo de las nuevas exploraciones, tanto como la lucha contra los infieles, son armas eficaces que le permiten a Portugal crear centros comerciales de gran poder económico con florecientes negocios de Africa y Oriente.
Ahora el modelo sirve para sus intereses con la afirmación del eje Janeiro-Buenos Aires, trampolín para remesar las materias primas a Lisboa, centro de distribución internacional.
Con demostrarle a Europa que la expedición de 1502 de la que participó
el cosmógrafo Vespucio entonces al servicio de Portugal, fue la primera que pasa el cabo de Santa María límite entre el Atlántico Sur y el río de la Plata, que sigue con rumbo E-O y pasa por el puerto de Montevideo, es suficiente.
De difundir esto con las cortes europeas se encargan los cosmógrafos portugueses que rebatien en 1681 los argumentos de los españoles Jorge Juan y Antonio Ulloa1
Producida la reconquista de la plaza por las tropas españolas por mandato del gobernador de Buenos Aires, la cancillería portuguesa reclama con una irreprochable pieza jurídica que se encargaron de difundir en Europa con el título de " Notícia e Justificam do título de boa fee com que se obrou a nova Colonia do Sacramento nas terras da Capitania de S.Vicente no sitio chamado de S. Gabriel nas margens do Rio da Prata" un documento preciso, pieza juridica y diplomática bien fundamentada y que junto con las notorias debilidades políticas, financieras y militares de la monarquía española que desde 1665 cuya cabeza visible era Carlos II, dan paso a que se firme el Tratado Provisional por el que a Portugal se le devuelva la plaza de la Colonia de inmediato.
Para situarnos correctamente en el problema creemos necesario hacer un poco de historia sobre las tres doctrinas en boga en cuanto a disputa de los mares en el siglo XVI y comienzos del XVII.
En 1608 surge en Holanda la figura de Hugo Grotius que planteó un profundo cambio de 180º. al procamar la de "Mare Liberum", contra la de "Mare Clausum."
Corresponde referirse a Grotius como el fundador de los conceptos de "ética natural" y del "contrato social".
En 1609 publica su tratado "Mare Liberum" en el que promovió la “libertad de los mares” o sea la doctrina de que “ las vías de comunicación marítima /son/ para el beneficio de todos y no exclusivo de alguna corona en particular”. (1)
Como es de suponer no fue aceptada de plano y esta revolucionaria doctrina es rebatida veinte y seis años después por el portugués Fray Serafim de Freitas2, defensor acérrimo de la tradición, por que así convenía entonces a los intereses de la era Felipina desde que políticamente eran comunes los de España y Portugal .
Por oportuno e ilustrativo reproducimos parcialmente el artículo siguiente autoría del investigador portugués Pedro Calafate publicado por el Centro Virtual Camôes de Lisboa en 2002:
Esta doctrina válida para todos los mares es la que se aplicó “in totum” España en el Río de la Plata, hasta que Juan IV devolvió la soberanía de Portugal a la Casa de Braganza con el triunfo rotundo del movimiento independentista encabezado por la nobleza lusitana en 1640.
Entonces la situación cambia y Portugal lucha por imponer la doctrina de Compartiri Mare para que razonablemente y por vía pacífica y no de enfrentameiento naval España la acepte como la mejor fórmula política de "compartilhar a navegaçâo do Rio de Prata sem agravo".
Como es de recibo la confrontación entre España y Portugal en el río de la Plata tiene permanentes altibajos tal como surgen en el Tratado de Permuta de 1750 donde la primera reivindica un vez más su “exclusivo derecho a la navegación” para lo cual cede los siete pueblos misioneros a Portugal a cambio de recibir la plaza de la Colonia.1
El gobernador Antonio Pedro de Vasconcellos (1722-1749) firme opositor al Tratado da su parecer al rey D. Pedro I le dice textualmente: “Ora largando a nova Colonia, e postaesa fortaleza nas mâos dos Castelhanos
Nâo só perderemos com o seu territorio más também a nossa liberdade e navegar o Rio da Prata q thé agora como a das Amazonas servio de meta do Dominio de Portugala na América3” (En: Biblioteca Nacional de Brasil. Rio de Janeiro, II-31-32-2)
La obsesión de España se repite décadas después en la letra del Tratado de San Ildefonso de 1777 para afirmar que la navegación es privativa de su corona una vez reconquistada la plaza por la brillante ofensiva de D. Pedro de Cevallos se queda con todas las posesiones del Alto Uruguay, e insiste4).
Lo invesosímil es que España siendo militarmente triunfadora por la arrolladora acción militar de Cevallos que llega hasta el confín este de la Banda Oriental limitante con Brasil, pierde en la mesa de negociaciones los riqiuísimos territorios castellanos del sur usurpados lenta pero solidamente desde 1774 por los portugueses de San Vicente.
Volviendo a la doctrina de "Mare Compartiris" se mantiene de oficio evitando una lucha armada que no conviene a ninguna de las dos coronas pese a la protesta formal de España a partir de enero de 1680 cuando el Regente D. Pedro ordena la fundación de la Colonia del Sacramento y se consolida al año siguiente con la firma del Tratado Provisional.
Conviene advertir que durante los sesenta años que dura la Unión Ibérica (1580-1640) los reyes Felipinos descuidaron los intereses comerciales de Portugal en beneficio de España y repetimos que recién en 1640 con Juan IV es que se retoma la línea de la liberación comercial de la corona.
Entonces aunque se vuelve al viejo impulso de arriesgar la exploración de rutas marítimas, de momento Portugal esta lejos de tener un poderío naval capaz de asegurar el éxito de grandes empresas.
En el Río de la Plata no se producen acontecimientos dignos de mención en cuanto a volver a poner en juego los derechos que había alegado el Portugal de Juan III en 1531 de Mare Compartiri.
Siguiendo la relación cronológica de lo que sucede entonces en Europa, no se puede omitir el dato que en 1637 el jurista inglés John Selden también se aferra a los postulados de Mare Clausum con su obra “Yegua Clausum” publicada en 1635 en la que defiende abiertamente la soberanía británica sobre los mares entre las islas británicas y el continente, lo que debe interpretarse como una respuesta negativa a la postura de Grotius.
Volviendo a Portugal por cartas del destino le toca al Príncipe Regente D.Pedro hacer realidad la conveniencia de declarar el uso en común de la navegación en el Río de la Plata para establecer una corriente comercial permanente como consta en el texto de las Instrucciones que dicta a Lobo en noviembre de 1678.
Lisboa necesita disponer de esa vía marítima para abrir nuevos mercados, ya que al cerrarse los de Oriente bajo la corona Ibérica y con una experiencia ganada en parte del siglo XV y ochenta del XVI se sentía capaz de cerrar buenos negocios con otras coronas europeas.
D.Pedro usa argumentos comprobables por todos como que la pretensión “da Espanha de exclusividade” fue siempre burlada por comerciantes, marinos y piratas, lo que era cierto y probamos oportunamente, que lo mejor era “fixar uma atitude positiva e realista” entre ambas coronas.
Según se infiere de su pensamiento político esto permite el equilibrio pacífico de compartir “ a navegaçâo” como un hecho beneficioso para el comercio entre ambos y hasta podría incluir a terceros.
De momento la citada Compartiris se convierte en uno de los ejes de la confrontación y aunque no se menciona ningún documento con la firma del Príncipe Regente se sabe que esa es claramente su postura.
Resumiendo: a partir de la expedición de Lobo los navíos portugueses navegan todo el curso del río de la con rumbo Plata E-O y vice-versa sin preocuparse de las protestas de España.
En otras palabras la doctrina Mare Compartiris entra en vigencia en la práctica por decisión unilateral y no hay marcha atrás.
Volviendo al centro del asunto repetimos que está probado que Portugal aprovechando la coyuntura aumentó su presión para navegar “ pela bacía do Prata” sin pedir permiso a España puesto que las tierras sureñas de su colonia brasileña eran las de San Vicente, fronterizas con “as terras dos castelhaos”.
Además que es una vieja costumbre penetrar en la Banda Oriental por tierra como lo habían hecho sistemáticamente los bandeirantes paulistas con propósitos de saqueo y pillaje en tierras castellanas, sin tener más que una débil oposición de las tropas españolas.
Estos atropellos comienzan en las primeras décadas del siglo XVII y nunca se negó que fuesen apoyados por el poder político de Lisboa y alentado por los comerciantes paulistas que tenía interés en demostrar que “tudo era possível no rio da Prata”.
Consideramos este antecedente como valioso por cuanto los portugueses lo convirtieron en un frente de apoyo a la economía paulista y los españoles nunca se ocuparon de combatir militarmente a las banderas hasta es probable que las temieran por su organización casi perfecta en cuanto a la sincronización de los ataques y los beneficios obtenidos en cada operación. Al respecto por nota nos extendemos en este capítulo que no debe dejarse de lado en cuanto a la política expansionista portuguesa, en este caso llevada a cabo por grupos de sujetos particulares que actúan por si y para sí.(2)
Basado en estos exitos aunque no fueran dirigidos por oficiales del ejército portugués es que en 1646 el gobernador de Bahía D. Antonio Telles da Silva conocedor del “sucesso do assalto sem nehum perigo ao campo inimigo” aconseja formalmente al rey Juan IV de aprovechar las ventajas de "tomar conta tudo rio da Prata” sin reparar el costo en fuerzas militares y navales a emplear, seguro de los enormes beneficios comerciales que le darían a Lisboa a corto plazo.
Se dice que tres años antes se presenta, otro proyecto semejante y gestionado por el ex gobernador de Rio de Janeiro D. Salvador Correa de Sa e Benavides, que con certera visión de lo que le significaría a Portugal las riquezas regionales, le habría sugerido al monarca fundar un "povoado" frente al puerto de Buenos Aires, para traficar libremente “tudas as mercadorias que forem objeto de comércio, sem ouvir os protestos da Espanha”.
Todos estos sucesos conocidos detalladamente en Madrid son argumentos que fortalen el legítimo temor de que Portugal pretenda abiertamente los territorios “castelhanos no Rio da Prata” y hasta llegue a consumar tal propósito por la fuerza de su armada y fuerzas de tierra, ignorando que no eran tal y que estaban demasiado dispersas en Europa y Africa y lo que estaba destinado a Rio de Janeiro era suficiente sólo para mantenimiento de la defensa local.
Ignorantes de esta realidad seguía en pie la vieja preocupación de la época de Carlos I por ser el único“dueño” de la navegación a raíz de la expedición portuguesa de 1531 la que siguió sin pausa con todos sus sucesores en los siglos XVI-XVII al descubrirse la riqueza pecuaria de la región, a la que aunque los portugueses oficialmente jamás hacen mención pero si aprovechan sus personeros civiles.
Sin embargo España nunca cede terreno en sus pretensiones de exclusivismo” y basta leer cuidadosamente el Tratado de Permuta para comprender como en 1750, dos siglos después se sigue haciendo cuestión del dominio absoluto, lo que se repite a texto expreso en el de San Ildefonso de 1777.
Pero esa cerrada actitud que siempre tuvo contra Portugal desde mitad del siglo XVI a la media del XVII recibe un rotundo mentis con hechos constatados como fueron la presencia de piratas en la isla de San Gabriel entre 1526 y 1658.
Aunque fundamentalemente actuarn en función de su oficio especifico y de su interés puntual, aunque todos tuvieran un común denominador, buscar la seguridad de un fondeadero que los protegiese de los peligrosos vientos de la región y ademas que pudiera ser usado para reparacion de arboraduras con la excelente madera de su bosques silvestres.(3)
La dura orden de Carlos I de 1531 antes aludida de que “la navegación por el Río de la Plata en toda su extensión E-O era derecho exclusivo de España” en los hechos se convirte en letra muerta y una vez más desde Europa se manejan los hilos comerciales lícitos y los ilícitos del Río de la Plata.
Pasamos a citar ordenadamente con nombres propios los piratas que usan la isla de San Gabiel como refugio seguro de los duros vientos platenses.
Los primeros son marinos ingleses, capitaneados por el audaz pirata John Drake, sobrino del célebre Sir Francis, quien recorre cuidadosamente toda la isla, considerándola una buena base de operaciones contra las naves que entran y salen del puerto de Buenos Aires con cargamentos destinados a España.
Una de sus naves llamada “Francis” (en honor de su tío) encalla por ignorancia del piloto que era inexperto en el conocimiento de los traicioneros canales del río.
Eso ocurre entre el 14 y el 27 de abril de 1578, pero después de rescatarla, aprovisionarla de agua y de leña sigue viaje con sus otros navíos por el Atlántico Sur en dirección al estrecho de Magallanes.
En 1580 la isla de San Gabriel, se convierte en tierra de contrabandistas holandeses, franceses e ingleses que con escaso o ningún control de las defensas navales españolas trafican por el río con los portugueses.
Garay fundador de la segunda Buenos Aires en 1580 hace saber por carta a Felipe II de la realidad advirtiendo del peligro que representa para los navíos españoles que entran y salen del puerto, los piratas extranjeros que se “refugiaban”en San Gabriel y desde allí operan con total liberdad.
.En diciembre de 1582 se conoce la presencia de otro peligroso pirata el inglés Edward Fenton con sus cuatro navíos, que permanece tres semanas en la isla abasteciéndo de agua potable y reparando averías de sus arboladuras.
Es combatido por la armada española al mando del Cap. Flores Valdés pero ante desventajas de armamento, éste prefirió poner rumbo al puerto de Buenos Aires donde no pudo entrar por el bajo calado de ese momento.
Tomás Cavendish ingresa al río de la Plata entre 1583 y 1591, trata de “entrar al puerto de Buenos Aires” pero un furioso temporal lo detiene refugiándose en San Gabriel y desde la isla acecha a sus presas a las que aborda siempre con buena fortuna.
Otro pirata inglés,Cristóbal Listar y Withington con su flota opera en la boca del río e hizo valioso botín en 1586.
En cambio la presencia en el río de la Plata de franceses, junto a ingleses y holandeses, que operan desde hacia años a partir de apoyos fijos en el N. del Brasil, tienen como único propósito atacar las naves españolas que salen de Buenos Aires con cargas de plata del Perú como hacen con la nave Nuestra Señora del Buen Viaje”, en otras palabras eran auténticos piratas.
Entre otras veces lo logran el 18 de marzo de 1606 al abordar a dos navíos anclados en puerto, regresando con el botín a San Gabriel donde establecien una base temporal por su gran seguridad.
.En enero de 1607 los piratas franceses que merodeaban las costas de Maldonado atacan a los navíos negreros y próximo a la isla San Gabriel es que es apresado el navío “Nuestra Señora de la Peña”.
Con ese motivo el gobernador Hernandarias dispone la defensa del puerto con navíos armados que patrullan sus cercanías, aunque sabemos que no disponía de muchos.
Los holandeses actuan con dos modalidades, algunos legalmente pero la mayoría son traficantes y notorios contrabandistas y que a partir de 1624 cuando ocupan los territorios del N-E. del Brasil, recogen una cuidadosa información de la región platense que hicieron circular en Europa, sobre los productos negociables, usos y costumbres de vecinos, capacidad de comercio, cantidad y calidad de las defensas de mar y tierra que dispone España en Buenos Aires y en la Banda Oriental.
En 1628 estuvieron en San Gabriel donde dejaron señales escritas, reconocidas décadas después por los españoles, lo que prueba que las islas son fondeaderos naturales y lugar apropiado con funciones de astilleros para los navíos holandeses, que también usan habitualmente franceses e ingleses, dedicados por igual al tráfico clandestino de mercaderías con destino a Buenos Aires desde donde regresan con cueros y plata conseguida con la complicidad de corruptos oficiales españoles.
En ese año asuelan el puerto de Buenos Aires, asi se sabe que el 5 de setiembre de1628 se frustra una gran operación de piratería debido a un hecho natural: la bajante del río hace imposible entrar en el puerto.
Está confirmado que en 1656 mientras que en sus barcos transportan a varios P. jesuitas que iban para integrarse con los que dirigían las Misiones del Paraguay, sus pilotos tenían un buen conocimiento de los bancos de piedra que tiene en su fondo el Río de la Plata.
También está probado que en 1658 ayudan al gobernador Alonso de Mercado y Villacorta en su lucha contra los piratas franceses que atacan Buenos Aires y en retribución reciben franquicias para vender con libertad sus mercancías y comprar cueros.
Sabemos que en 1676 mientras se aprovisionan de madera y faenaban reses vacunas de Colonia, usaban la isla como base para introducir de contrabando piezas de fabricación europea y llevar cueros secos, que es un redituable negocio de su época.
Esta comprobado que tienen mucha información veraz sobre que la auténtica riqueza de la Banda Septentrional esta en sus fértiles pasturas, con buena irrigación natural de toda la zona, base de las grandes vaquerías con alcanzan con el tiempo un gran poderío económico.
Se menciona con insistencia la circulación de un fascículo con el atractivo título de ”Derroteru del Estado del Brasil, Río de la Plata y Magallanes“ que se distribuyó (¿en 1630?) entre los comerciantes europeos aliados de Holanda, incitándo a negociar con la región, medio siglo antes que la fundación de la Colonia del Sacramento.
Por documentos publicados se sabe de la fracasada operación de tres fragatas francesas que partiendo del puerto de la Rochelle, llegan a San Gabriel en abril de 1658, con el propósito de asaltar el puerto de Buenos Aires, aprovechando la débil protección militar y naval.
Concretamente se trata del pirata francés Timoleón de Osmat, caballero de La Fontaine, que llega a desembarcar en la costa pero fue rechazado, perdiendo la nave capitana llamada Marechale.
Repetimos, estos episodio son un rotundo mentís a la presuntuosa postura de Carlos I y de sus sucesores al proclamar a todos los vientos de que “España era Dueña y Señora de toda la navegación del Río de la Plata, pero sí insistimos de acuerdo a la tesis que defendemos una prueba contundente del dominio de Europa sobre la región”.
Cuando murió en 1556, sus suesores desde Felipe II a Felipe IV reyes de la Unión Ibérica que duró hasta 1640, todos estuvieron convencidos de “su propiedad” pero la situación real era otra y la isla de San Gabriel siguió siendo fondeadero de piratas y contrabandistas.
Anotemos que desde que se independiza Portugal en 1640, el futuro de España en ultramar se agrava, al punto que en diciembre de 1654 Inglaterra le declara la guerra y establecía nueva alianza con aquella corona.
En un plano más general está confirmado que ya en 1655 la armada inglesa había atacado cargamentos españoles provenientes de Indias, los más exitosos comandados por el corsario (¿Robert?) Blake.
Esta situación recién cesa con la Paz de los Pirineos el 7 de noviembre de 1659, después de la derrota de Dunas sufrida por el ejército de Juan José de Austrias, que le significa la cesión de importantes territorios a Francia, resignando de esta forma la hegemonía en Europa .
Si bien no hubo por parte de Inglaterra una operación combinada y sistemática para el Río de la Plata, en ese momento, en cambio apoya a Portugal que tenía puesta su mira en el comercio de la región con el Janeiro y con Lisboa.
Esto puede tomarse como un antecedente a la fundación de la Colonia del Sacramento, demostrando entonces que siempre fue un firme proyecto político pensado por la corte lisboeta veinte años antes de concretarlo como factoría
Para esta investigación consultamos el trabajo de Lulio Mario Luqui Lagleize del Departamento de Historia Naval de la Armada Argentina que trabajó en el Proyecto “Por la memoria de Buenos Aires” de 1967 sobre estudios arqueológico del puerto de Buenos Aires, naufragio, hundiminetos, piratas, entre 1536 y 1827.
Tomamos del mismo estos datos bibliográficos que seguimos fielmente y consideramos de interés difundir.
(1Esta doctrina impuesta por España con pretensión de que la aceptaran las demás coronas de Europa, es rechazada por los holandeses que tenían en Hugo Grocio su teórico desde que publicó en 1609 su tratado "De mare liberum" En eso apoyó sus derechos la Compañía Holandesa de las Indias Orientales a navegar y comerciar libremente por el Océano Índico. Los ingleses también la rechazaban y la reina Isabel I sostenía " que el mar y el aire son propiedad común de todos los hombres".
(3) LOS ULTIMOS TEMORES A LOS PIRATAS
Los corsarios eran una amenaza constante para Buenos Aires. El extraño personaje llamado Bernardo Pecador escribió al rey, el 6 de junio de 1607, exponiéndole la necesidad que Buenos Aires tenía de otros cien hombres de armas y de que la gobernación del Río de la Plata y del Paraguay se dividiese en dos.
En los años siguientes sólo hubo rumores de que podrían llegar piratas y corsarios a Buenos Aires. Desde Córdoba se supo que en Chile había habido nuevas de corsarios, y en 1620 el gobernador don Diego de Góngora escribió al rey de España diciéndole que estaba preparado para recibir los ataques de los corsarios holandeses que andaban por las costas del Brasil. Al mismo tiempo le recordaba la escasez de armas y de hombres que sufría la ciudad y le pedía el envío de algunos refuerzos. El ataque tan temido no se produjo; pero en el año 1628 una nave holandesa anduvo sondeando el Río de la Plata y dejó en la costa próxima a la ciudad unos impresos llenos de herejías que enseguida fueron enviados a los inquisidores del Perú.
En 1629 el virrey del Perú anunció al gobernador del Río de la Plata; don Francisco de Céspedes, la próxima llegada de cuarenta navíos holandeses construidos a propósito para subir por los ríos. Céspedes pidió refuerzos a los gobernadores del Tucumán y del Paraguay, mandó a buscar pólvora y municiones a Pernambuco y adiestró a los negros en el manejo de los caballos; pero las naves holandesas nunca se hicieron ver. En 1631 se difundió la noticia que desde Francia habían salido once navíos para «infestar» los puertos americanos: noticia que no pasó de una simple fantasía. En cambio produjo una gran alarma la llegada, en 1658, de Monsieur Daniel, con tres navíos, que por fortuna, al igual que todos sus antecesores, no pudo hacer ningún daño a la ciudad.
ENRIQUE DE GANDIA, Historia de los piratas en el Río de la Plata. Buenos Aires, 1936.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
(2) Biblioteca digital paraguaya, Asunción 1998.
1. Las incursiones bandeirantes
Después de 1554 comenzó en América la marcha portuguesa hacia occidente, partiendo del litoral, desde los puertos de San Vicente y Santos. La fundación de San Paulo se hizo ese año en los campos de Piratininga. Era evidente el interés de la Corona de Lisboa en avanzar por encima de las leyes y los tratados ganando terreno y expandiendo los límites de su colonia brasileña; de acérrima defensora de Tordesillas, hizo un giro completo en su política y pasó a recomendar a sus funcionarios la desobediencia al Tratado y la ocupación de la mayor cantidad de tierras en el interior del continente. Había emergido la teoría del "Uti possidetis", que consistía en sentar derechos de posesión de todas las tierras ocupadas. La manipulación consecutiva de esta doctrina aportaría, con el correr del tiempo, sucesivos triunfos a los avezados diplomáticos de Portugal.
Los primeros pobladores de la meseta de Piratininga no eran colonos sino mercaderes y aventureros cazadores de indios. Conocerían la utilidad del cultivo de la tierra una vez terminado el periodo de conquista. La población de la nueva villa de San Paulo se vio de pronto inundada de gente de baja calaña y aventureros ambiciosos que llegaban en busca de ganancias fáciles. En los siglos XVII y XVIII, la noticia del descubrimiento de metales preciosos en Minas Geraes y Cuyabá había corrido mundo y ese imán irresistible indujo a muchos a enfrentar los desiertos y los bosques, sin respeto a lo acordado por los gobiernos de sus majestades en el célebre tratado de demarcación.
Sergio Buarque de Holanda en su "Historia Geral" comenta que "la racionalidad y el interés especulativo fueron los factores que impulsaron el esfuerzo colonizador, que aprovechó las vías fluviales como medios de comunicación, dándole a la empresa un cariz mercantil, casi semita." Y lo confirma el padre Manoel de Nóbrega en un memorial fechado en 1552: "Que de cuantos de allá vinieron, ninguno tiene amor a la tierra: todos quieren obtener provecho inmediato para asegurar su regreso a la patria".
La privilegiada ubicación geográfica de la villa de San Paulo de Piratininga, próxima a la Sierra del Mar, fue el centro desde donde partieron las expediciones de cazadores de indios.
Los padres de la Compañía de Jesús se establecieron en el valle de Anhangabaú y allí fundaron el Colegio de San Paulo. En las costas de los ríos Tieté, Pinheiros y Tamanduateí se asentaron las primeras poblaciones desde las que se irradiaron las rutas de penetración. Estos primeros núcleos se constituyeron en una etapa intermedia entre la colonización de las fértiles alturas de la precordillera y el avance al "sertâo", el inmenso desierto desconocido. Era un pasaje obligado para los viajeros que partiendo del litoral buscaban las vías conocidas hacia el oeste.
El río Tieté facilitó la entrada hacia el Mato Grosso, en tierras españolas conocidas como el territorio de Jerez. Siguiendo la sierra de Itapetininga hacia el sur, se llegaba al río Parapanema, en cuya margen izquierda ya se hallaban organizadas reducciones de indios desde los comienzos del siglo XVII, pertenecientes a la Provincia Jesuítica del Paraguay y que se encontraban en zonas protegidas por el Tratado de Tordesillas.
Francisco Assis Vieira Bueno, afirma en su "Autobiografía" publicada en 1899 lo siguiente: "El paulista se vio obligado a echar mano a la caza del indio como una solución para su pobreza y un medio de subsistencia de acuerdo con el régimen económico de la época. La distancia y las estrecheces financieras no permitieron a los paulistas disponer de esclavos africanos, tal cual lo hacían en otras capitanías más cercanas al mar. El indio domesticado de Paraguay fue la solución para la sobrevivencia de Sao Paulo en sus primeros años".
Existía en la época en San Paulo y San Vicente un activo un mercado de venta de esclavos indígenas. Era tal la actividad de aventureros como Antonio Raposo Tavares, Joâo Ramalho y Antonio Rodrigues, verdaderos creadores de las primeras incursiones paulistas responsables de la captura y movilización de miles de indios de las tierras españolas. En una etapa posterior, la venta del indio secuestrado ya no sería considerada como un importante aporte a la economía. El "bandeirismo"(40) había cumplido su objetivo: plantar poblaciones en territorios cuyos propietarios originales habían sido desalojados con violencia. Las fronteras habían crecido y los villanos se tornaban héroes.
Analistas brasileños de comprobada solvencia no han escatimado adjetivos para resaltar el coraje y el heroísmo de esta partidas cazadoras de esclavos; el bandeirante es motivo de orgullo y su imagen se recuerda en los bronces como el protagonista de una etapa histórica que produjo el explosivo crecimiento geográfico del Brasil. Es idealizado como héroe y defensor galante del territorio invadido por las misiones jesuíticas del Paraguay. En realidad eran huestes sanguinarias y semisalvajes que no tenían el más remoto interés en aumentar territorios, solamente adquirir fortuna a cualquier precio.
La expansión fue, en consecuencia, el resultado indirecto de estas terribles incursiones predatorias que dejaban extensas zonas despobladas y sin protección. El accionar de las "bandeiras", si bien tolerado, no respondía a delineamientos portugueses; sus cuadrillas estaban formadas por bandas criollas, producto de la mezcla del europeo con naturales del país o negros del Africa que respondían a un sentido auténticamente regional y brasileño y serían la génesis de la nacionalidad, tan marcada por sus orígenes étnicos y costumbristas que poco tienen del europeo de la conquista.
Ana Maria Gadelha en su importante obra de investigación "Jesuitas e bandeirantes do Itatim", cita al historiador portugués Jaime Cortesâo, quien justifica el secuestro de indios reducidos en el Paraguay "con la sana intención de salvarles de la inicua explotación de los hombres de Loyola y recuperarlos para el mundo civilizado."
El indio, tal como ocurría en las encomiendas del Paraguay, era una pieza de valor comercial y figuraba, como el ganado, en los inventarios y contratos. El número de indios era índice de poder y definía el prestigio del propietario. La presencia jesuita en el Brasil y sus intentos de suavizar el trato y limitar la expansión de la esclavitud de los nativos, despertaron conflictos muy serios con los colonos y patrones de las empresas patrocinantes de las bandeiras. Estos llegaron a ser de tal magnitud que las autoridades portuguesas ordenaran la expulsión de la Orden de sus posesiones, en el año 1641.
El año 1580 marcó el comienzo de una cadena de acontecimientos funestos en la historia de la Provincia del Paraguay. A consecuencia de la muerte del rey Sebastián en Alcazar Quivir en 1578 pasó Portugal a la dependencia de Felipe II de España y la asunción de éste al trono de Lisboa representó, de hecho, la unión de los reinos ibéricos, pero sin una completa separación. Eran dos tronos ocupados por una sola cabeza.
Esta unificación fue calamitosa para las provincias españolas de América, limítrofes a las tierras de los portugueses, pues al aflojarse la vigilancia de las fronteras, estos últimos encontraron las puertas abiertas y avanzaron de inmediato sobre las posesiones vecinas, sin el menor escrúpulo y sin despertar la mínima reacción de las autoridades hispanas. La provincia de Vera de la que había tomado posesión Alvar Nuñez, por la misma razón, se hallaba también desguarnecida.
Comenzó así la penetración lusitana hacia el oeste, siguiendo el curso del río San Francisco y llegando al interior de Sergipe y Minas Geraes. Esta vía se convertiría en un importante medio de comunicación entre las aisladas capitanías del interior, obteniendo mejores condiciones de consolidación de sus territorios.
La fundación de Buenos Aires en el mismo año, 1580, dislocó el polo de intereses económicos por tratarse de un puerto de estratégica posición, estableciéndose un vigoroso comercio de contrabando de metales llegados de Potosí y Perú. Se desvanecía poco a poco la importancia de Asunción, olvidada por la Corona después del fracaso de las entradas en busca del Dorado.
Hernandarias propuso al Rey un plan para el desalojo de los portugueses, consistente en la fundación de tres ciudades, una en el cerro de Montevideo, otra sobre el río Uruguay y la tercera entre Asunción y Charcas. (Tal vez esta última haya sido el principal motivo de la disputa con Ruy Díaz de Guzmán, cuando éste manifestó interés en fundar una ciudad en tierras de los chiriguano.) Alegando cuestiones de seguridad consideró conveniente dividir la dirección de la provincia en dos centros y en 1617 Felipe II accedió a esta recomendación. Hubo desde entonces dos gobernaciones, la de Guairá cuya capital era Asunción y la del Río de la Plata, con Buenos Aires como cabeza. La tragedia de Asunción se decretó al quedar sancionada su mediterraneidad, por la pérdida de las costas marítimas y el abandono de los extensos territorios adyacentes. Paraguay seguiría padeciendo con los años las tristes consecuencias de la cadena de errores de la política de España.
En 1618, Felipe III se hallaba comprometido con los reinos de España y Portugal en la Guerra de los Treinta años. Seis años después, Holanda se apoderaba del puerto de Bahía en el litoral brasileño. Una fuerte y bien dotada armada portuguesa consiguió desalojar a los invasores, pero en previsión de nuevos ataques el sucesor en el trono de Lisboa, el español Felipe IV, permitió a los portugueses avanzar hacia el oeste para defender las tierras del Marañon. Estos estaban autorizados a ocupar todo el curso del río al que bautizaron Amazonas y que fuera descubierto en toda su extensión por el explorador Orellana. Era la entrega graciosa de tierras de legítima propiedad de España.
Con estos antecedentes, estaban abiertas todas las vías para la invasión portuguesa, la que se produciría, con el paso de los años, con un vigor incontenible.
La guerra con los holandeses se prolongó por veinticuatro años hasta la rendición de los últimos invasores en 1654. Esta fue una victoria de las tropas de la colonia, sin intervención de Portugal, y despertó la conciencia del poder del criollo brasileño. En 1661, por el Tratado de La Haya, el reino portugués cedía a Holanda las islas Molucas, Malaca y Ceylan a cambio del retiro de sus tropas del Brasil. Los lusitanos habían encontrado quien los superara en las artimañas de las negociaciones.
"El antiguo capitalismo portugués se resumía al potencial de las órdenes religiosas como benedictinos o cistercienses o los antiguos templarios. La nobleza había perdido privilegios en el Renacimiento y surge la figura del funcionario administrativo, de tierra o de mar, recolector de impuestos, donatarios de las capitanías del Brasil, comandante de presidios y fortalezas. El manejo del dinero venía siendo dirigida por el hebreo en la compleja administración pública.
Con el acoso de la Santa Inquisición, el converso, neocristiano o marrano demostrará su capacidad de adaptación a las circunstancias, destacándose por sus dotes de trabajo y dedicación a todas las cuestiones relacionadas con las operaciones de tráfico comercial, crediticio y de manufactura en cualquier punto de los innumerables territorios.
Impone el hebreo, directivas para la explotación comercial de la caña de azúcar y su explosivo tráfico de exportación. Este será un rubro más importante que todo el mineral extraído de las minas. Llama la atención el aprovechamiento integral del proceso industrial y la importancia que adquiere disponer de brazos para el trabajo sea éste de cualquier origen, africano o indios del Paraguay.
La Inquisición cerró los ojos a la penetración de los cristianos nuevos al Brasil, contrariamente a lo que ocurría con la América española.
Es explicable, entonces, el desarrollo del espíritu mercantil de la colonia portuguesa, particularmente en Sao Paulo, en donde la sangre semita portuguesa será el núcleo inicial del centro comercial más importante de América del Sur. Fomentaron el comercio, tornándose intermediarios en las operaciones de compra y venta, actividades de la banca, agentes de exportación y regentes del tráfico negrero del Africa"..."esas autoridades, sin duda, estaban relacionadas al cultivo de la caña de azúcar y al comercio internacional, siendo que muchos bandeirantes eran judíos, cristianos nuevos, en conexión con mercaderes marranos cuya red de negocios se extendía por las colonias de España y Portugal."
"La participación de los cristianos nuevos portugueses fue apreciable en el desarrollo del capitalismo comercial, si bien, nos parece, en proporciones mucho menores que los que le atribuyen algunos autores. En Holanda, importantes agentes portugueses, responsables por el envío de armas para la guerra contra Castilla eran cristianos nuevos" .
2. El asedio a las reducciones
Las fundaciones de pueblos quedaron detenidas por el acoso de los bandeirantes a las reducciones de indios cuyo único propósito era secuestrar esclavos.
Las invasiones armadas eran de tal magnitud que de los trece pueblos del Guairá, once desaparecieron destruidos e incendiados. La insoportable situación obligó al padre Montoya a evacuar a los sobrevivientes y a trasladarlos a la tierra de los Itatines (territorio español de Jerez) en el Alto Paraguay. Este prosiguió allí la labor evangelizadora y fundacional, con efímera vida, pues de nuevo llegaron los mamelucos paulistas trayendo la desolación y la barbarie. La esclavitud de indios cautivos y evangelizados, provenientes de la población guaraní, era una fuente de ingresos.
III.DOCTRINA MARE COMPARTIRI.
Como se dijo en la Introducción para Portugal es siempre asunto prioritario “compartir la navegación del Río de la Plata” y negar de plano la pretensión española del " Mare Clusum"Por tanto debe ser incluido como otro de los antecedentes de la expedición de Manuel Lobo,al mismo tiempo que demuestra según nuestra hipótesis de manera contundente la dependencia de los intereses de la corona lusitana en Europa con los acontecimientos puntuales del Río de la Plata.
Sin pérdida de tiempo cuando en 1531 confirman el éxito de la expedición de Pero Lopes de Sousa hasta las bocas del Paraná, también percibien que se abre una importante vía de comercio legal desde un Janeiro estrechamente ligado a Lisboa y esta a su vez con el resto de Europa, con el puerto de Buenos Aires boca de salida de materias primas y metales de fácil colocación .
Entienden que el mejor camino es el de aplicar sin variantes la doctrina del" Compartiri Mare " que se supone como la que ofrece menor resistencia por parte de España.
Si bien el objetivo básico es incrementar cada vez ese flujo que sin duda convenía a ambas coronas, nunca le fue ajeno a Portugal que España se aferra sin discusión a la doctrina de Mare Clausum lo que echa por tierra su pacífico propósito de que su navegación podría ser compartida sin hostigamiento .
La postura de Carlos I y los asesores de la corona es irreductible y Portugal con gran sabiduría no sólo no la combate de frente sino que por el contario acepta aunque transitoriamente las reglas de juego impuestas.
Aquí queda demostrada una vez más la sagacidad de la cancillería luistana: aprovecha como argumentos los más sólidos que obran en su favor y que eran nada menos que las Bulas Papales de Eugenio IV en 1436, Nicolás V en 1437, Calixto III 1456, Alejandro VI en 1497 y León X en 1514 que comentamos oportunamente.
Si bien en rigor todas se refieren concretamente al apoyo de las nuevas exploraciones, tanto como la lucha contra los infieles, son armas eficaces que le permiten a Portugal crear centros comerciales de gran poder económico con florecientes negocios de Africa y Oriente.
Ahora el modelo sirve para sus intereses con la afirmación del eje Janeiro-Buenos Aires, trampolín para remesar las materias primas a Lisboa, centro de distribución internacional.
Con demostrarle a Europa que la expedición de 1502 de la que participó
el cosmógrafo Vespucio entonces al servicio de Portugal, fue la primera que pasa el cabo de Santa María límite entre el Atlántico Sur y el río de la Plata, que sigue con rumbo E-O y pasa por el puerto de Montevideo, es suficiente.
De difundir esto con las cortes europeas se encargan los cosmógrafos portugueses que rebatien en 1681 los argumentos de los españoles Jorge Juan y Antonio Ulloa1
Producida la reconquista de la plaza por las tropas españolas por mandato del gobernador de Buenos Aires, la cancillería portuguesa reclama con una irreprochable pieza jurídica que se encargaron de difundir en Europa con el título de " Notícia e Justificam do título de boa fee com que se obrou a nova Colonia do Sacramento nas terras da Capitania de S.Vicente no sitio chamado de S. Gabriel nas margens do Rio da Prata" un documento preciso, pieza juridica y diplomática bien fundamentada y que junto con las notorias debilidades políticas, financieras y militares de la monarquía española que desde 1665 cuya cabeza visible era Carlos II, dan paso a que se firme el Tratado Provisional por el que a Portugal se le devuelva la plaza de la Colonia de inmediato.
Para situarnos correctamente en el problema creemos necesario hacer un poco de historia sobre las tres doctrinas en boga en cuanto a disputa de los mares en el siglo XVI y comienzos del XVII.
En 1608 surge en Holanda la figura de Hugo Grotius que planteó un profundo cambio de 180º. al procamar la de "Mare Liberum", contra la de "Mare Clausum."
Corresponde referirse a Grotius como el fundador de los conceptos de "ética natural" y del "contrato social".
En 1609 publica su tratado "Mare Liberum" en el que promovió la “libertad de los mares” o sea la doctrina de que “ las vías de comunicación marítima /son/ para el beneficio de todos y no exclusivo de alguna corona en particular”. (1)
Como es de suponer no fue aceptada de plano y esta revolucionaria doctrina es rebatida veinte y seis años después por el portugués Fray Serafim de Freitas2, defensor acérrimo de la tradición, por que así convenía entonces a los intereses de la era Felipina desde que políticamente eran comunes los de España y Portugal .
Por oportuno e ilustrativo reproducimos parcialmente el artículo siguiente autoría del investigador portugués Pedro Calafate publicado por el Centro Virtual Camôes de Lisboa en 2002:
Esta doctrina válida para todos los mares es la que se aplicó “in totum” España en el Río de la Plata, hasta que Juan IV devolvió la soberanía de Portugal a la Casa de Braganza con el triunfo rotundo del movimiento independentista encabezado por la nobleza lusitana en 1640.
Entonces la situación cambia y Portugal lucha por imponer la doctrina de Compartiri Mare para que razonablemente y por vía pacífica y no de enfrentameiento naval España la acepte como la mejor fórmula política de "compartilhar a navegaçâo do Rio de Prata sem agravo".
Como es de recibo la confrontación entre España y Portugal en el río de la Plata tiene permanentes altibajos tal como surgen en el Tratado de Permuta de 1750 donde la primera reivindica un vez más su “exclusivo derecho a la navegación” para lo cual cede los siete pueblos misioneros a Portugal a cambio de recibir la plaza de la Colonia.1
El gobernador Antonio Pedro de Vasconcellos (1722-1749) firme opositor al Tratado da su parecer al rey D. Pedro I le dice textualmente: “Ora largando a nova Colonia, e postaesa fortaleza nas mâos dos Castelhanos
Nâo só perderemos com o seu territorio más também a nossa liberdade e navegar o Rio da Prata q thé agora como a das Amazonas servio de meta do Dominio de Portugala na América3” (En: Biblioteca Nacional de Brasil. Rio de Janeiro, II-31-32-2)
La obsesión de España se repite décadas después en la letra del Tratado de San Ildefonso de 1777 para afirmar que la navegación es privativa de su corona una vez reconquistada la plaza por la brillante ofensiva de D. Pedro de Cevallos se queda con todas las posesiones del Alto Uruguay, e insiste4).
Lo invesosímil es que España siendo militarmente triunfadora por la arrolladora acción militar de Cevallos que llega hasta el confín este de la Banda Oriental limitante con Brasil, pierde en la mesa de negociaciones los riqiuísimos territorios castellanos del sur usurpados lenta pero solidamente desde 1774 por los portugueses de San Vicente.
Volviendo a la doctrina de "Mare Compartiris" se mantiene de oficio evitando una lucha armada que no conviene a ninguna de las dos coronas pese a la protesta formal de España a partir de enero de 1680 cuando el Regente D. Pedro ordena la fundación de la Colonia del Sacramento y se consolida al año siguiente con la firma del Tratado Provisional.
Conviene advertir que durante los sesenta años que dura la Unión Ibérica (1580-1640) los reyes Felipinos descuidaron los intereses comerciales de Portugal en beneficio de España y repetimos que recién en 1640 con Juan IV es que se retoma la línea de la liberación comercial de la corona.
Entonces aunque se vuelve al viejo impulso de arriesgar la exploración de rutas marítimas, de momento Portugal esta lejos de tener un poderío naval capaz de asegurar el éxito de grandes empresas.
En el Río de la Plata no se producen acontecimientos dignos de mención en cuanto a volver a poner en juego los derechos que había alegado el Portugal de Juan III en 1531 de Mare Compartiri.
Siguiendo la relación cronológica de lo que sucede entonces en Europa, no se puede omitir el dato que en 1637 el jurista inglés John Selden también se aferra a los postulados de Mare Clausum con su obra “Yegua Clausum” publicada en 1635 en la que defiende abiertamente la soberanía británica sobre los mares entre las islas británicas y el continente, lo que debe interpretarse como una respuesta negativa a la postura de Grotius.
Volviendo a Portugal por cartas del destino le toca al Príncipe Regente D.Pedro hacer realidad la conveniencia de declarar el uso en común de la navegación en el Río de la Plata para establecer una corriente comercial permanente como consta en el texto de las Instrucciones que dicta a Lobo en noviembre de 1678.
Lisboa necesita disponer de esa vía marítima para abrir nuevos mercados, ya que al cerrarse los de Oriente bajo la corona Ibérica y con una experiencia ganada en parte del siglo XV y ochenta del XVI se sentía capaz de cerrar buenos negocios con otras coronas europeas.
D.Pedro usa argumentos comprobables por todos como que la pretensión “da Espanha de exclusividade” fue siempre burlada por comerciantes, marinos y piratas, lo que era cierto y probamos oportunamente, que lo mejor era “fixar uma atitude positiva e realista” entre ambas coronas.
Según se infiere de su pensamiento político esto permite el equilibrio pacífico de compartir “ a navegaçâo” como un hecho beneficioso para el comercio entre ambos y hasta podría incluir a terceros.
De momento la citada Compartiris se convierte en uno de los ejes de la confrontación y aunque no se menciona ningún documento con la firma del Príncipe Regente se sabe que esa es claramente su postura.
Resumiendo: a partir de la expedición de Lobo los navíos portugueses navegan todo el curso del río de la con rumbo Plata E-O y vice-versa sin preocuparse de las protestas de España.
En otras palabras la doctrina Mare Compartiris entra en vigencia en la práctica por decisión unilateral y no hay marcha atrás.
Volviendo al centro del asunto repetimos que está probado que Portugal aprovechando la coyuntura aumentó su presión para navegar “ pela bacía do Prata” sin pedir permiso a España puesto que las tierras sureñas de su colonia brasileña eran las de San Vicente, fronterizas con “as terras dos castelhaos”.
Además que es una vieja costumbre penetrar en la Banda Oriental por tierra como lo habían hecho sistemáticamente los bandeirantes paulistas con propósitos de saqueo y pillaje en tierras castellanas, sin tener más que una débil oposición de las tropas españolas.
Estos atropellos comienzan en las primeras décadas del siglo XVII y nunca se negó que fuesen apoyados por el poder político de Lisboa y alentado por los comerciantes paulistas que tenía interés en demostrar que “tudo era possível no rio da Prata”.
Consideramos este antecedente como valioso por cuanto los portugueses lo convirtieron en un frente de apoyo a la economía paulista y los españoles nunca se ocuparon de combatir militarmente a las banderas hasta es probable que las temieran por su organización casi perfecta en cuanto a la sincronización de los ataques y los beneficios obtenidos en cada operación. Al respecto por nota nos extendemos en este capítulo que no debe dejarse de lado en cuanto a la política expansionista portuguesa, en este caso llevada a cabo por grupos de sujetos particulares que actúan por si y para sí.(2)
Basado en estos exitos aunque no fueran dirigidos por oficiales del ejército portugués es que en 1646 el gobernador de Bahía D. Antonio Telles da Silva conocedor del “sucesso do assalto sem nehum perigo ao campo inimigo” aconseja formalmente al rey Juan IV de aprovechar las ventajas de "tomar conta tudo rio da Prata” sin reparar el costo en fuerzas militares y navales a emplear, seguro de los enormes beneficios comerciales que le darían a Lisboa a corto plazo.
Se dice que tres años antes se presenta, otro proyecto semejante y gestionado por el ex gobernador de Rio de Janeiro D. Salvador Correa de Sa e Benavides, que con certera visión de lo que le significaría a Portugal las riquezas regionales, le habría sugerido al monarca fundar un "povoado" frente al puerto de Buenos Aires, para traficar libremente “tudas as mercadorias que forem objeto de comércio, sem ouvir os protestos da Espanha”.
Todos estos sucesos conocidos detalladamente en Madrid son argumentos que fortalen el legítimo temor de que Portugal pretenda abiertamente los territorios “castelhanos no Rio da Prata” y hasta llegue a consumar tal propósito por la fuerza de su armada y fuerzas de tierra, ignorando que no eran tal y que estaban demasiado dispersas en Europa y Africa y lo que estaba destinado a Rio de Janeiro era suficiente sólo para mantenimiento de la defensa local.
Ignorantes de esta realidad seguía en pie la vieja preocupación de la época de Carlos I por ser el único“dueño” de la navegación a raíz de la expedición portuguesa de 1531 la que siguió sin pausa con todos sus sucesores en los siglos XVI-XVII al descubrirse la riqueza pecuaria de la región, a la que aunque los portugueses oficialmente jamás hacen mención pero si aprovechan sus personeros civiles.
Sin embargo España nunca cede terreno en sus pretensiones de exclusivismo” y basta leer cuidadosamente el Tratado de Permuta para comprender como en 1750, dos siglos después se sigue haciendo cuestión del dominio absoluto, lo que se repite a texto expreso en el de San Ildefonso de 1777.
Pero esa cerrada actitud que siempre tuvo contra Portugal desde mitad del siglo XVI a la media del XVII recibe un rotundo mentis con hechos constatados como fueron la presencia de piratas en la isla de San Gabriel entre 1526 y 1658.
Aunque fundamentalemente actuarn en función de su oficio especifico y de su interés puntual, aunque todos tuvieran un común denominador, buscar la seguridad de un fondeadero que los protegiese de los peligrosos vientos de la región y ademas que pudiera ser usado para reparacion de arboraduras con la excelente madera de su bosques silvestres.(3)
La dura orden de Carlos I de 1531 antes aludida de que “la navegación por el Río de la Plata en toda su extensión E-O era derecho exclusivo de España” en los hechos se convirte en letra muerta y una vez más desde Europa se manejan los hilos comerciales lícitos y los ilícitos del Río de la Plata.
Pasamos a citar ordenadamente con nombres propios los piratas que usan la isla de San Gabiel como refugio seguro de los duros vientos platenses.
Los primeros son marinos ingleses, capitaneados por el audaz pirata John Drake, sobrino del célebre Sir Francis, quien recorre cuidadosamente toda la isla, considerándola una buena base de operaciones contra las naves que entran y salen del puerto de Buenos Aires con cargamentos destinados a España.
Una de sus naves llamada “Francis” (en honor de su tío) encalla por ignorancia del piloto que era inexperto en el conocimiento de los traicioneros canales del río.
Eso ocurre entre el 14 y el 27 de abril de 1578, pero después de rescatarla, aprovisionarla de agua y de leña sigue viaje con sus otros navíos por el Atlántico Sur en dirección al estrecho de Magallanes.
En 1580 la isla de San Gabriel, se convierte en tierra de contrabandistas holandeses, franceses e ingleses que con escaso o ningún control de las defensas navales españolas trafican por el río con los portugueses.
Garay fundador de la segunda Buenos Aires en 1580 hace saber por carta a Felipe II de la realidad advirtiendo del peligro que representa para los navíos españoles que entran y salen del puerto, los piratas extranjeros que se “refugiaban”en San Gabriel y desde allí operan con total liberdad.
.En diciembre de 1582 se conoce la presencia de otro peligroso pirata el inglés Edward Fenton con sus cuatro navíos, que permanece tres semanas en la isla abasteciéndo de agua potable y reparando averías de sus arboladuras.
Es combatido por la armada española al mando del Cap. Flores Valdés pero ante desventajas de armamento, éste prefirió poner rumbo al puerto de Buenos Aires donde no pudo entrar por el bajo calado de ese momento.
Tomás Cavendish ingresa al río de la Plata entre 1583 y 1591, trata de “entrar al puerto de Buenos Aires” pero un furioso temporal lo detiene refugiándose en San Gabriel y desde la isla acecha a sus presas a las que aborda siempre con buena fortuna.
Otro pirata inglés,Cristóbal Listar y Withington con su flota opera en la boca del río e hizo valioso botín en 1586.
En cambio la presencia en el río de la Plata de franceses, junto a ingleses y holandeses, que operan desde hacia años a partir de apoyos fijos en el N. del Brasil, tienen como único propósito atacar las naves españolas que salen de Buenos Aires con cargas de plata del Perú como hacen con la nave Nuestra Señora del Buen Viaje”, en otras palabras eran auténticos piratas.
Entre otras veces lo logran el 18 de marzo de 1606 al abordar a dos navíos anclados en puerto, regresando con el botín a San Gabriel donde establecien una base temporal por su gran seguridad.
.En enero de 1607 los piratas franceses que merodeaban las costas de Maldonado atacan a los navíos negreros y próximo a la isla San Gabriel es que es apresado el navío “Nuestra Señora de la Peña”.
Con ese motivo el gobernador Hernandarias dispone la defensa del puerto con navíos armados que patrullan sus cercanías, aunque sabemos que no disponía de muchos.
Los holandeses actuan con dos modalidades, algunos legalmente pero la mayoría son traficantes y notorios contrabandistas y que a partir de 1624 cuando ocupan los territorios del N-E. del Brasil, recogen una cuidadosa información de la región platense que hicieron circular en Europa, sobre los productos negociables, usos y costumbres de vecinos, capacidad de comercio, cantidad y calidad de las defensas de mar y tierra que dispone España en Buenos Aires y en la Banda Oriental.
En 1628 estuvieron en San Gabriel donde dejaron señales escritas, reconocidas décadas después por los españoles, lo que prueba que las islas son fondeaderos naturales y lugar apropiado con funciones de astilleros para los navíos holandeses, que también usan habitualmente franceses e ingleses, dedicados por igual al tráfico clandestino de mercaderías con destino a Buenos Aires desde donde regresan con cueros y plata conseguida con la complicidad de corruptos oficiales españoles.
En ese año asuelan el puerto de Buenos Aires, asi se sabe que el 5 de setiembre de1628 se frustra una gran operación de piratería debido a un hecho natural: la bajante del río hace imposible entrar en el puerto.
Está confirmado que en 1656 mientras que en sus barcos transportan a varios P. jesuitas que iban para integrarse con los que dirigían las Misiones del Paraguay, sus pilotos tenían un buen conocimiento de los bancos de piedra que tiene en su fondo el Río de la Plata.
También está probado que en 1658 ayudan al gobernador Alonso de Mercado y Villacorta en su lucha contra los piratas franceses que atacan Buenos Aires y en retribución reciben franquicias para vender con libertad sus mercancías y comprar cueros.
Sabemos que en 1676 mientras se aprovisionan de madera y faenaban reses vacunas de Colonia, usaban la isla como base para introducir de contrabando piezas de fabricación europea y llevar cueros secos, que es un redituable negocio de su época.
Esta comprobado que tienen mucha información veraz sobre que la auténtica riqueza de la Banda Septentrional esta en sus fértiles pasturas, con buena irrigación natural de toda la zona, base de las grandes vaquerías con alcanzan con el tiempo un gran poderío económico.
Se menciona con insistencia la circulación de un fascículo con el atractivo título de ”Derroteru del Estado del Brasil, Río de la Plata y Magallanes“ que se distribuyó (¿en 1630?) entre los comerciantes europeos aliados de Holanda, incitándo a negociar con la región, medio siglo antes que la fundación de la Colonia del Sacramento.
Por documentos publicados se sabe de la fracasada operación de tres fragatas francesas que partiendo del puerto de la Rochelle, llegan a San Gabriel en abril de 1658, con el propósito de asaltar el puerto de Buenos Aires, aprovechando la débil protección militar y naval.
Concretamente se trata del pirata francés Timoleón de Osmat, caballero de La Fontaine, que llega a desembarcar en la costa pero fue rechazado, perdiendo la nave capitana llamada Marechale.
Repetimos, estos episodio son un rotundo mentís a la presuntuosa postura de Carlos I y de sus sucesores al proclamar a todos los vientos de que “España era Dueña y Señora de toda la navegación del Río de la Plata, pero sí insistimos de acuerdo a la tesis que defendemos una prueba contundente del dominio de Europa sobre la región”.
Cuando murió en 1556, sus suesores desde Felipe II a Felipe IV reyes de la Unión Ibérica que duró hasta 1640, todos estuvieron convencidos de “su propiedad” pero la situación real era otra y la isla de San Gabriel siguió siendo fondeadero de piratas y contrabandistas.
Anotemos que desde que se independiza Portugal en 1640, el futuro de España en ultramar se agrava, al punto que en diciembre de 1654 Inglaterra le declara la guerra y establecía nueva alianza con aquella corona.
En un plano más general está confirmado que ya en 1655 la armada inglesa había atacado cargamentos españoles provenientes de Indias, los más exitosos comandados por el corsario (¿Robert?) Blake.
Esta situación recién cesa con la Paz de los Pirineos el 7 de noviembre de 1659, después de la derrota de Dunas sufrida por el ejército de Juan José de Austrias, que le significa la cesión de importantes territorios a Francia, resignando de esta forma la hegemonía en Europa .
Si bien no hubo por parte de Inglaterra una operación combinada y sistemática para el Río de la Plata, en ese momento, en cambio apoya a Portugal que tenía puesta su mira en el comercio de la región con el Janeiro y con Lisboa.
Esto puede tomarse como un antecedente a la fundación de la Colonia del Sacramento, demostrando entonces que siempre fue un firme proyecto político pensado por la corte lisboeta veinte años antes de concretarlo como factoría
Para esta investigación consultamos el trabajo de Lulio Mario Luqui Lagleize del Departamento de Historia Naval de la Armada Argentina que trabajó en el Proyecto “Por la memoria de Buenos Aires” de 1967 sobre estudios arqueológico del puerto de Buenos Aires, naufragio, hundiminetos, piratas, entre 1536 y 1827.
Tomamos del mismo estos datos bibliográficos que seguimos fielmente y consideramos de interés difundir.
(1Esta doctrina impuesta por España con pretensión de que la aceptaran las demás coronas de Europa, es rechazada por los holandeses que tenían en Hugo Grocio su teórico desde que publicó en 1609 su tratado "De mare liberum" En eso apoyó sus derechos la Compañía Holandesa de las Indias Orientales a navegar y comerciar libremente por el Océano Índico. Los ingleses también la rechazaban y la reina Isabel I sostenía " que el mar y el aire son propiedad común de todos los hombres".
(3) LOS ULTIMOS TEMORES A LOS PIRATAS
Los corsarios eran una amenaza constante para Buenos Aires. El extraño personaje llamado Bernardo Pecador escribió al rey, el 6 de junio de 1607, exponiéndole la necesidad que Buenos Aires tenía de otros cien hombres de armas y de que la gobernación del Río de la Plata y del Paraguay se dividiese en dos.
En los años siguientes sólo hubo rumores de que podrían llegar piratas y corsarios a Buenos Aires. Desde Córdoba se supo que en Chile había habido nuevas de corsarios, y en 1620 el gobernador don Diego de Góngora escribió al rey de España diciéndole que estaba preparado para recibir los ataques de los corsarios holandeses que andaban por las costas del Brasil. Al mismo tiempo le recordaba la escasez de armas y de hombres que sufría la ciudad y le pedía el envío de algunos refuerzos. El ataque tan temido no se produjo; pero en el año 1628 una nave holandesa anduvo sondeando el Río de la Plata y dejó en la costa próxima a la ciudad unos impresos llenos de herejías que enseguida fueron enviados a los inquisidores del Perú.
En 1629 el virrey del Perú anunció al gobernador del Río de la Plata; don Francisco de Céspedes, la próxima llegada de cuarenta navíos holandeses construidos a propósito para subir por los ríos. Céspedes pidió refuerzos a los gobernadores del Tucumán y del Paraguay, mandó a buscar pólvora y municiones a Pernambuco y adiestró a los negros en el manejo de los caballos; pero las naves holandesas nunca se hicieron ver. En 1631 se difundió la noticia que desde Francia habían salido once navíos para «infestar» los puertos americanos: noticia que no pasó de una simple fantasía. En cambio produjo una gran alarma la llegada, en 1658, de Monsieur Daniel, con tres navíos, que por fortuna, al igual que todos sus antecesores, no pudo hacer ningún daño a la ciudad.
ENRIQUE DE GANDIA, Historia de los piratas en el Río de la Plata. Buenos Aires, 1936.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
(2) Biblioteca digital paraguaya, Asunción 1998.
1. Las incursiones bandeirantes
Después de 1554 comenzó en América la marcha portuguesa hacia occidente, partiendo del litoral, desde los puertos de San Vicente y Santos. La fundación de San Paulo se hizo ese año en los campos de Piratininga. Era evidente el interés de la Corona de Lisboa en avanzar por encima de las leyes y los tratados ganando terreno y expandiendo los límites de su colonia brasileña; de acérrima defensora de Tordesillas, hizo un giro completo en su política y pasó a recomendar a sus funcionarios la desobediencia al Tratado y la ocupación de la mayor cantidad de tierras en el interior del continente. Había emergido la teoría del "Uti possidetis", que consistía en sentar derechos de posesión de todas las tierras ocupadas. La manipulación consecutiva de esta doctrina aportaría, con el correr del tiempo, sucesivos triunfos a los avezados diplomáticos de Portugal.
Los primeros pobladores de la meseta de Piratininga no eran colonos sino mercaderes y aventureros cazadores de indios. Conocerían la utilidad del cultivo de la tierra una vez terminado el periodo de conquista. La población de la nueva villa de San Paulo se vio de pronto inundada de gente de baja calaña y aventureros ambiciosos que llegaban en busca de ganancias fáciles. En los siglos XVII y XVIII, la noticia del descubrimiento de metales preciosos en Minas Geraes y Cuyabá había corrido mundo y ese imán irresistible indujo a muchos a enfrentar los desiertos y los bosques, sin respeto a lo acordado por los gobiernos de sus majestades en el célebre tratado de demarcación.
Sergio Buarque de Holanda en su "Historia Geral" comenta que "la racionalidad y el interés especulativo fueron los factores que impulsaron el esfuerzo colonizador, que aprovechó las vías fluviales como medios de comunicación, dándole a la empresa un cariz mercantil, casi semita." Y lo confirma el padre Manoel de Nóbrega en un memorial fechado en 1552: "Que de cuantos de allá vinieron, ninguno tiene amor a la tierra: todos quieren obtener provecho inmediato para asegurar su regreso a la patria".
La privilegiada ubicación geográfica de la villa de San Paulo de Piratininga, próxima a la Sierra del Mar, fue el centro desde donde partieron las expediciones de cazadores de indios.
Los padres de la Compañía de Jesús se establecieron en el valle de Anhangabaú y allí fundaron el Colegio de San Paulo. En las costas de los ríos Tieté, Pinheiros y Tamanduateí se asentaron las primeras poblaciones desde las que se irradiaron las rutas de penetración. Estos primeros núcleos se constituyeron en una etapa intermedia entre la colonización de las fértiles alturas de la precordillera y el avance al "sertâo", el inmenso desierto desconocido. Era un pasaje obligado para los viajeros que partiendo del litoral buscaban las vías conocidas hacia el oeste.
El río Tieté facilitó la entrada hacia el Mato Grosso, en tierras españolas conocidas como el territorio de Jerez. Siguiendo la sierra de Itapetininga hacia el sur, se llegaba al río Parapanema, en cuya margen izquierda ya se hallaban organizadas reducciones de indios desde los comienzos del siglo XVII, pertenecientes a la Provincia Jesuítica del Paraguay y que se encontraban en zonas protegidas por el Tratado de Tordesillas.
Francisco Assis Vieira Bueno, afirma en su "Autobiografía" publicada en 1899 lo siguiente: "El paulista se vio obligado a echar mano a la caza del indio como una solución para su pobreza y un medio de subsistencia de acuerdo con el régimen económico de la época. La distancia y las estrecheces financieras no permitieron a los paulistas disponer de esclavos africanos, tal cual lo hacían en otras capitanías más cercanas al mar. El indio domesticado de Paraguay fue la solución para la sobrevivencia de Sao Paulo en sus primeros años".
Existía en la época en San Paulo y San Vicente un activo un mercado de venta de esclavos indígenas. Era tal la actividad de aventureros como Antonio Raposo Tavares, Joâo Ramalho y Antonio Rodrigues, verdaderos creadores de las primeras incursiones paulistas responsables de la captura y movilización de miles de indios de las tierras españolas. En una etapa posterior, la venta del indio secuestrado ya no sería considerada como un importante aporte a la economía. El "bandeirismo"(40) había cumplido su objetivo: plantar poblaciones en territorios cuyos propietarios originales habían sido desalojados con violencia. Las fronteras habían crecido y los villanos se tornaban héroes.
Analistas brasileños de comprobada solvencia no han escatimado adjetivos para resaltar el coraje y el heroísmo de esta partidas cazadoras de esclavos; el bandeirante es motivo de orgullo y su imagen se recuerda en los bronces como el protagonista de una etapa histórica que produjo el explosivo crecimiento geográfico del Brasil. Es idealizado como héroe y defensor galante del territorio invadido por las misiones jesuíticas del Paraguay. En realidad eran huestes sanguinarias y semisalvajes que no tenían el más remoto interés en aumentar territorios, solamente adquirir fortuna a cualquier precio.
La expansión fue, en consecuencia, el resultado indirecto de estas terribles incursiones predatorias que dejaban extensas zonas despobladas y sin protección. El accionar de las "bandeiras", si bien tolerado, no respondía a delineamientos portugueses; sus cuadrillas estaban formadas por bandas criollas, producto de la mezcla del europeo con naturales del país o negros del Africa que respondían a un sentido auténticamente regional y brasileño y serían la génesis de la nacionalidad, tan marcada por sus orígenes étnicos y costumbristas que poco tienen del europeo de la conquista.
Ana Maria Gadelha en su importante obra de investigación "Jesuitas e bandeirantes do Itatim", cita al historiador portugués Jaime Cortesâo, quien justifica el secuestro de indios reducidos en el Paraguay "con la sana intención de salvarles de la inicua explotación de los hombres de Loyola y recuperarlos para el mundo civilizado."
El indio, tal como ocurría en las encomiendas del Paraguay, era una pieza de valor comercial y figuraba, como el ganado, en los inventarios y contratos. El número de indios era índice de poder y definía el prestigio del propietario. La presencia jesuita en el Brasil y sus intentos de suavizar el trato y limitar la expansión de la esclavitud de los nativos, despertaron conflictos muy serios con los colonos y patrones de las empresas patrocinantes de las bandeiras. Estos llegaron a ser de tal magnitud que las autoridades portuguesas ordenaran la expulsión de la Orden de sus posesiones, en el año 1641.
El año 1580 marcó el comienzo de una cadena de acontecimientos funestos en la historia de la Provincia del Paraguay. A consecuencia de la muerte del rey Sebastián en Alcazar Quivir en 1578 pasó Portugal a la dependencia de Felipe II de España y la asunción de éste al trono de Lisboa representó, de hecho, la unión de los reinos ibéricos, pero sin una completa separación. Eran dos tronos ocupados por una sola cabeza.
Esta unificación fue calamitosa para las provincias españolas de América, limítrofes a las tierras de los portugueses, pues al aflojarse la vigilancia de las fronteras, estos últimos encontraron las puertas abiertas y avanzaron de inmediato sobre las posesiones vecinas, sin el menor escrúpulo y sin despertar la mínima reacción de las autoridades hispanas. La provincia de Vera de la que había tomado posesión Alvar Nuñez, por la misma razón, se hallaba también desguarnecida.
Comenzó así la penetración lusitana hacia el oeste, siguiendo el curso del río San Francisco y llegando al interior de Sergipe y Minas Geraes. Esta vía se convertiría en un importante medio de comunicación entre las aisladas capitanías del interior, obteniendo mejores condiciones de consolidación de sus territorios.
La fundación de Buenos Aires en el mismo año, 1580, dislocó el polo de intereses económicos por tratarse de un puerto de estratégica posición, estableciéndose un vigoroso comercio de contrabando de metales llegados de Potosí y Perú. Se desvanecía poco a poco la importancia de Asunción, olvidada por la Corona después del fracaso de las entradas en busca del Dorado.
Hernandarias propuso al Rey un plan para el desalojo de los portugueses, consistente en la fundación de tres ciudades, una en el cerro de Montevideo, otra sobre el río Uruguay y la tercera entre Asunción y Charcas. (Tal vez esta última haya sido el principal motivo de la disputa con Ruy Díaz de Guzmán, cuando éste manifestó interés en fundar una ciudad en tierras de los chiriguano.) Alegando cuestiones de seguridad consideró conveniente dividir la dirección de la provincia en dos centros y en 1617 Felipe II accedió a esta recomendación. Hubo desde entonces dos gobernaciones, la de Guairá cuya capital era Asunción y la del Río de la Plata, con Buenos Aires como cabeza. La tragedia de Asunción se decretó al quedar sancionada su mediterraneidad, por la pérdida de las costas marítimas y el abandono de los extensos territorios adyacentes. Paraguay seguiría padeciendo con los años las tristes consecuencias de la cadena de errores de la política de España.
En 1618, Felipe III se hallaba comprometido con los reinos de España y Portugal en la Guerra de los Treinta años. Seis años después, Holanda se apoderaba del puerto de Bahía en el litoral brasileño. Una fuerte y bien dotada armada portuguesa consiguió desalojar a los invasores, pero en previsión de nuevos ataques el sucesor en el trono de Lisboa, el español Felipe IV, permitió a los portugueses avanzar hacia el oeste para defender las tierras del Marañon. Estos estaban autorizados a ocupar todo el curso del río al que bautizaron Amazonas y que fuera descubierto en toda su extensión por el explorador Orellana. Era la entrega graciosa de tierras de legítima propiedad de España.
Con estos antecedentes, estaban abiertas todas las vías para la invasión portuguesa, la que se produciría, con el paso de los años, con un vigor incontenible.
La guerra con los holandeses se prolongó por veinticuatro años hasta la rendición de los últimos invasores en 1654. Esta fue una victoria de las tropas de la colonia, sin intervención de Portugal, y despertó la conciencia del poder del criollo brasileño. En 1661, por el Tratado de La Haya, el reino portugués cedía a Holanda las islas Molucas, Malaca y Ceylan a cambio del retiro de sus tropas del Brasil. Los lusitanos habían encontrado quien los superara en las artimañas de las negociaciones.
"El antiguo capitalismo portugués se resumía al potencial de las órdenes religiosas como benedictinos o cistercienses o los antiguos templarios. La nobleza había perdido privilegios en el Renacimiento y surge la figura del funcionario administrativo, de tierra o de mar, recolector de impuestos, donatarios de las capitanías del Brasil, comandante de presidios y fortalezas. El manejo del dinero venía siendo dirigida por el hebreo en la compleja administración pública.
Con el acoso de la Santa Inquisición, el converso, neocristiano o marrano demostrará su capacidad de adaptación a las circunstancias, destacándose por sus dotes de trabajo y dedicación a todas las cuestiones relacionadas con las operaciones de tráfico comercial, crediticio y de manufactura en cualquier punto de los innumerables territorios.
Impone el hebreo, directivas para la explotación comercial de la caña de azúcar y su explosivo tráfico de exportación. Este será un rubro más importante que todo el mineral extraído de las minas. Llama la atención el aprovechamiento integral del proceso industrial y la importancia que adquiere disponer de brazos para el trabajo sea éste de cualquier origen, africano o indios del Paraguay.
La Inquisición cerró los ojos a la penetración de los cristianos nuevos al Brasil, contrariamente a lo que ocurría con la América española.
Es explicable, entonces, el desarrollo del espíritu mercantil de la colonia portuguesa, particularmente en Sao Paulo, en donde la sangre semita portuguesa será el núcleo inicial del centro comercial más importante de América del Sur. Fomentaron el comercio, tornándose intermediarios en las operaciones de compra y venta, actividades de la banca, agentes de exportación y regentes del tráfico negrero del Africa"..."esas autoridades, sin duda, estaban relacionadas al cultivo de la caña de azúcar y al comercio internacional, siendo que muchos bandeirantes eran judíos, cristianos nuevos, en conexión con mercaderes marranos cuya red de negocios se extendía por las colonias de España y Portugal."
"La participación de los cristianos nuevos portugueses fue apreciable en el desarrollo del capitalismo comercial, si bien, nos parece, en proporciones mucho menores que los que le atribuyen algunos autores. En Holanda, importantes agentes portugueses, responsables por el envío de armas para la guerra contra Castilla eran cristianos nuevos" .
2. El asedio a las reducciones
Las fundaciones de pueblos quedaron detenidas por el acoso de los bandeirantes a las reducciones de indios cuyo único propósito era secuestrar esclavos.
Las invasiones armadas eran de tal magnitud que de los trece pueblos del Guairá, once desaparecieron destruidos e incendiados. La insoportable situación obligó al padre Montoya a evacuar a los sobrevivientes y a trasladarlos a la tierra de los Itatines (territorio español de Jerez) en el Alto Paraguay. Este prosiguió allí la labor evangelizadora y fundacional, con efímera vida, pues de nuevo llegaron los mamelucos paulistas trayendo la desolación y la barbarie. La esclavitud de indios cautivos y evangelizados, provenientes de la población guaraní, era una fuente de ingresos.
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